Obra en la que se muestra la rendición de París en marzo de 1814. Fuente: Ria Novosti
El 5 de noviembre de 1812 un general francés llegó herido al hospital del Gran Ejército de Napoleón, ubicado en Krasnoe, cerca de la ciudad de Smolensk. Para los cirujanos militares no era sorprendente el hecho de que hubiesen herido a un oficial de alto rango. Solamente en la batalla de Borodinó, que tuvo lugar unos meses antes, Napoleón perdió ocho generales. Lo que les sorprendió fue otra cosa: en el hombro del francés asomaba una flecha con plumas de colores. Desde hacía siglos los arqueros habían desaparecido de los ejércitos europeos y los doctores no sabían sobre curar esas heridas.
El francés había sido víctima de la caballería de Kalmukia, una agrupación irregular del Ejército ruso equipada con jinetes de las estepas del Bajo Volga y descendientes directos de los guerreros mongoles. Tanto su aspecto como su armamento permanecían “inalterables” desde los tiempos de Gengis Kan. Vestidos con telas multicolores y melenudos gorros de lana imponían terror al enemigo al aparecer en el campo de batalla. Los soldados franceses en el 1812 los llamaban los “diablos del infierno”.
Su armamento parecía un arcaísmo, aunque fue tremendamente eficaz. El arco de Kalmukia era temible. Estaba envuelto en pelo de caballo y corteza de abedul, lo que prolongaba su uso. Gracias a la resistente cuerda hecha de ligamentos, el alcance de la flecha lanzada era de hasta 500 metros. Mientras que para los de infantería era casi imposible dar en el blanco a esa distancia, el arquero calmuco era capaz de apuntar a los huecos que había en las vestimentas de los enemigos. Después de la batalla de Leipzig en 1813 los franceses, asombrados por el grado de precisión de sus disparos, los llamaron Cupidos de oriente.
La caballería calmuca se utilizaba principalmente para el servicio de inteligencia, las batallas importantes y los ataques de guerrilleros. Aunque también fueron destacados guerreros en batallas cara a cara con caballería francesa. En Fere-Champenoise, en marzo de 1814, el regimiento calmuco capturó como rehenes a mil soldados y oficiales de la infantería francesa.
Los jinetes de Bashkortostán, originarios de estepas de los Urales, peleaban hombro con hombro con los calmucos.El oficial francés recordaba: “Corrían alrededor de nuestras tropas como si fueran un enjambre de abejas, colándose por todos lados. Era muy difícil alcanzarlos, los ataques de estos bárbaros se repetían constantemente.
Rodeaban nuestros escuadrones y lanzaban montones de flechas”. Estos enfrentamientos acababan muchas veces con las muerte del enemigo.
En las batallas contra el ejército de Napoleón los bashkirios utilizaban una táctica inédita para la época, la pelea a caballo. El jinete se colocaba la aljaba (la caja portátil para flechas) sobre el pecho, cargaba su arco con dos flechas y mantenía otras dos entre los dientes. Al acercarse al enemigo a una distancia de unos 30 metros, soltaba cuatro flechas rápidamente, una por una. después levantaba una especie de lanza, fijada en el cuerpo del caballo, y atacaba al enemigo animándose con un grito. Un guerrero bashkirio podía abatir hasta cinco soldados enemigos en un ataque como estos.
Los franceses que abandonaban Rusia contaban a los europeos su asombro, decían que había soldados que se comían los cadáveres de sus enemigos.
Sin embargo, los habitantes de ciudades alemanas y francesas se encontraban con extranjeros amistosos en vez de los bárbaros sanguinarios de los que habían oído hablar. En la ciudad alemana de Weimar el gran poeta Goethe saludaba a los bashkirios. El alemán, ya mayor, cayó bien a uno de los bashkirios y este le regaló su arco y flechas de recuerdo. Años después Goethe mostraba con orgullo el regalo a sus invitados.
El alto mando ruso aprovechó el terror que imponían los guerreros de la estepa y se había extendido entre los europeos por Napoleón.
En marzo de 1814 el Ejército ruso llegó a París y la guarnición francesa se preparaba para defenderse. Entonces decidieron hacer una maniobra: 500 calmucos se desnudaron de medio cuerpo para arriba, se mancharon con sangre animal y se subieron a los caballos. Además hicieron correr a los camellos por el campo de las afueras de la capital francesa, levantando gran cantidad de polvo. Esto tuvo un gran impacto psicológico, hasta el punto de que los franceses se imaginaron gran cantidad de horrores en la conquista de París por aquellos “sanguinarios bárbaros” y se rindieron.
El 30 de marzo de 1814 los calmucos entraron en la capital francesa como parte del ejército ruso. Instalaron su campamento en los campos Elíseos, que se convirtió en un enorme hipódromo.
Junto con legendarios cosacos, los calmucos y los bashkirios causaron una gran impresión a los franceses, que aún recuerdan a los hijos de las estepas rusas que llegaron hasta el corazón de Francia a causa de la guerra.
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