El director de cine Alexéi Balabánov concede una entrevista durante la 69ª edición del Festival de Cine de Venecia, 2012.
Ekaterina Chesnokova/Sputnik“Todas mis películas tratan sobre el amor”, declaró el director Alexéi Balabánov al presentar su inquietante película Cargo 200. Eso suena extraño, porque incluso una cantidad numerosa de asesinatos no es lo más fuerte que ocurre en Cargo 200. A pesar de esto, la afirmación del director tiene algo de verdad. Balabánov falleció hace cinco años, pero sus películas siguen suscitando debate, abordando cuestiones a las que cada espectador debe encontrar su propia respuesta.
Danila Bagrov, un veterano de la guerra de Chechenia interpretado por Serguéi Bodrov, Jr. (1971 - 2002), llega a casa y se da cuenta de que no tendrá oportunidad de relajarse un poco. Su hermano Víktor trabaja como sicario y un día le pide que haga su trabajo, lo que en última instancia desencadena una guerra de bandas. La secuela, Hermano 2, tiene lugar en América, a donde llega Danila para vengar a un camarada de guerra.
La trama suena primitiva, pero tanto Hermano como Hermano 2 fueron éxitos rotundos, alcanzando un estatus icónico en Rusia. Apenas hay una persona en el país que no haya visto estas películas al menos una vez.
Como dijo Serguéi Seliánov, amigo y productor de Balabánov, “Balabánov presentaba al hombre ruso post-soviético que se mantiene en su sitio, y a la gente le encantaba”. El director, sin embargo, era un poco escéptico, describiendo estas películas como “basura”.
Después de filmar Hermano, Balabánov rodó quizás su película más extraña. Johan, el principal “héroe” de De Monstruos y Hombres, es un pornógrafo de la Rusia imperial que toma fotos de humanos extraños o “monstruos”, incluyendo a un par de gemelos siameses. La historia se desarrolla de una manera inesperada, tanto para Johan como para su trabajo sucio.
La película no fue un éxito comercial, pero a Balabánov nunca le importó mucho el dinero. Muchos, como el crítico de cine Víktor Mátizen, la encontraron repugnante: “misántropa y más allá de la lógica”. Otros, sin embargo, disfrutaron de la trama intelectual, con muchas referencias a Dostoievski y obras maestras del cine ruso.
La guerra de Chechenia fue una experiencia traumática en la Rusia post-soviética, y es un tema importante para Balabánov. En esta película se sumergió sin miedo en ella, incluso llevando el rodaje a Chechenia. Guerra es la historia de un soldado ruso y una pareja inglesa capturados por un caudillo checheno. Este suelta al soldado y al inglés, ordenando que paguen un rescate por la libertad de su esposa. Esto es sólo el comienzo de la historia.
La guerra continuaba a principios de la década de 2000, cuando Balabánov hizo la película. Tropas reales hacían guardia mientras el equipo filmaba. Balabánov confesó que estaba haciendo una película difícil y que no tenía que inventar nada. La verdadera guerra chechena fue bastante dura: “Lo que ves en la película está basado en hechos reales”.
Imagínese una película de Tarantino, con gánsteres, largos diálogos y litros de sangre, pero ambientada en una ciudad rusa de provincias en la década de 1990, la década infame del omnipotente crimen organizado. Alexéi Panin y Dmitri Diúzhev interpretan a dos violentos mafiosos que se enfrentan a un problema tras otro.
“Para los que sobrevivieron a la década de 1990”, propone el eslogan de marketing de la película. “La gallinita ciega es una película divertida, cínica y anti-intelectual, una pieza tangible de sátira social que nos hace reír nerviosamente”, escribió el crítico Vasili Koretski.
Estamos en 1984, las tropas soviéticas operan en Afganistán y jóvenes soldados regresan cada día a sus hogares en ataúdes de zinc, aunque el término usado en la jerga militar es “cargo 200”. Mientras tanto, cosas terribles están sucediendo en la ficticia ciudad soviética de Léninsk, donde un psicópata secuestra a la hija de un jefe local del Partido Comunista.
Cargo 200, dedicada a la lenta decadencia de la URSS, conmocionó a Rusia. Algunos actores se negaron a actuar después de leer el guion, y los taquilleros de los cines a veces se negaban a vender entradas para la película. Balabánov se encogió de hombros: “No es política, no hay ningún mensaje de ningún tipo. Sólo son mis sentimientos en aquel 1984”.
En algún lugar al sureste de San Petersburgo hay una zona misteriosa donde la leyenda dice que existe un campanario que puede dar la felicidad eterna. Un bandido, un músico y algunos amigos van hasta allí; y todo el mundo repite: “Yo también” tras escuchar al héroe principal decir que se esfuerza por ser feliz. Pero no todos logran llegar al destino final, y aunque nadie escapa de él.
“Supongo que es mi última película”, dijo Balabánov poco después del estreno. Menos de un año después, el director murió de un ataque al corazón. Yo también, como dijo el crítico de cine Antón Dolin era “al mismo tiempo, un cuento de hadas y la película más desalentadora de Balabánov”. Y se convirtió en el auto obituario del gran director, que aparece al final del filme en un breve cameo, para despedirse.
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