¿Recuerdas haberte metido en la cama y leer una historia ilustrada sobre el procesamiento del azúcar? No, yo tampoco. Sin embargo, esto era normal en los primeros tiempos de la Unión Soviética, cuando talentosos ilustradores idearon formas ingeniosamente atractivas y llamativas de persuadir a los niños para que participaran en la lucha de los trabajadores.
Este poema ilustrado cuenta la lucha en el bosque entre un “erizo obrero” y un “bruto jabalí zarista”. El jabalí tiránico, que impide que los camaradas interespecies del erizo jueguen al fútbol, recibe su merecido cuando los animales (dirigidos por el valiente erizo) marchan por el bosque cantando “Libertad eterna para el pueblo salvaje” y luego deponen a su opresor. ¿Te suena a algo, verdad?..
Después de levantarse una cálida mañana y arar con entusiasmo en su granja colectiva, los hermanos Fedka y Alioshka tienen la oportunidad de hacer con lo que la mayoría de los niños sólo pueden soñar: ir al desfile de los trabajadores del Primero de Mayo en la Plaza Roja. Ya sean trenes o aviones, los niños expresan repetidamente su asombro ante los avances tecnológicos soviéticos y luego van al orfanato para charlar con los niños de la Organización de Pioneros sobre la vida de Lenin. Ah, la infancia..
“¿Qué son las ciudades?”, reflexiona Kolka contemplando por la ventana los trenes que pasan. Sabe que las ciudades tienen casas del tamaño de fábricas y tranvías que pueden resistir cualquier clima, pero ¿a quién se debe agradecer todo esto? “A Lenin, el amable anciano que nos llevó a la victoria”, le dice su libro. ¿A quién si no?
Esa noche, como por arte de magia, Kolka se encuentra con el viejo sabio, que le muestra el mundo (o más específicamente, el impresionante sistema ferroviario soviético). Luego, en un tétrico giro de los acontecimientos, Kolka se da cuenta de que todo era un sueño cuando se despierta y lee en el periódico: “LENIN HA MUERTO”. ¡Todo ese viaje imaginario en tren para nada!
No todos los héroes usan capas. De hecho, algunos incluso pueden ser encontrados en la comisión sanitaria local.
Así es como se describe a Yasha, leyenda local, en este libro: sus esfuerzos en el municipio para lograr la mejora de la higiene y su habilidad para conducir tractores hacen que todos los demás chicos quieran ser como él. Pero lo más importante es que anhela relacionarse con los campesinos (algo que aparentemente no se les permitía hacer a los judíos bajo el régimen zarista), y demostrar que los judíos pueden usar el arado. Los esfuerzos de Yasha no caen en saco roto, ya que sus manzanas y pepinos pronto se convierten en la envidia de todas las granjas de los alrededores. Son días felices.
El primer plan quinquenal de Stalin no era el tipo de cosas por las que los niños perdían el sueño, pero el gobierno soviético hizo todo lo posible para que el proyecto fuera tan estéticamente interesante como fuera posible. Usando colores brillantes y gráficos atractivos, el libro sirve a la glorificación de las nuevas industrias, haciendo que todo parezca simple y emocionante.
Para los bolcheviques, era importante que los niños supieran de dónde venían sus alimentos. ¿Por qué? Porque la respuesta era, por supuesto, la extraordinaria maquinaria agrícola de la Unión Soviética. En este volumen no hay cuentos de fantasía, literalmente es un relato de cómo se plantan las remolachas, se extraen del suelo, se convierten en zumo y luego en azúcar. Fascinante, ¿verdad?
Tal vez no es sorprendente que esta obra sea más bien un sermón sobre lo buen tío que es Lenin que una lección sobre los principios del bolchevismo. Solo hay que verle: le compra un barquito a un niño, lleva comida personalmente a un jardín de infantes, e incluso redistribuye el caviar y el cacao de los burgueses entre los niños que se lo merecen. Es básicamente Papá Noel, pero con un mejor bigote.
Uno de los libros infantiles soviéticos más abstractos, El desfile del Ejército Rojo, utiliza colores rojos claros y amarillos para que parezca que la Revolución se encuentra en un estado constante de verano casi caribeño. Los participantes en el desfile son palomas eternamente bendecidas y soles radiantes, mientras que la multitud es representada como un lugar cálido, inclusivo y sin amenazas. Ciertamente se trata de una de las formas más ingeniosas de la historia para animar a los niños a que se alisten en el ejército.
Quizás los dos temas más comunes de la primera literatura infantil soviética sean el realismo y la participación de los lectores. Subbótnik, que trata un tema aparentemente banal como el trabajo de una locomotora, es un buen ejemplo de ello, ya que hace que el lector sea un participante activo en la construcción del comunismo. Al final del poema, el protagonista (representado como un niño sin rostro) recibe órdenes directas del jefe, que necesita ayuda extra para descargar las patatas: “¡No mires a los lados! ¡Retrocede derecho! ¡Pecho arriba! ¡Más alegre!”.
Por su arduo trabajo, se le recompensa dejándole llegar a tiempo a casa donde le espera un gran plato de patatas. Buen trabajo, camarada.
Están la Ciudad Esmeralda, o el castillo de la Bella Durmiente, pero ninguno de estos puede competir por los corazones de los niños como la central hidroeléctrica Voljóvskaia. La primera planta energética de Rusia impulsada por agua, situada en el Nevá, fue inmortalizada por este poema rítmico que, con la ayuda de algún revisionismo histórico, saca provecho de la grandeza de la planta para mostrar cómo “Leningrado se levantó del agua”. El poema 80.000 caballos no se refiere a nada relacionado con el mundo animal (ya sabes, el tipo de cosas que les gustan a los niños), sino a la potencia de las turbinas.
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