Los hijos de los “enemigos del pueblo”, que ya están en la edad avanzada, recuerdan los momentos más terribles de sus vidas, cuando los uniformados iban en busca de sus padres por la noche, y esa se convertía en la última vez que los veían. Una joven mira estas entrevistas en video en una de las salas del Museo de Historia del Gulag. Llora. Un grupo de estudiantes de secundaria sigue con atención cada palabra de la guía, con el rostro lleno de consternación; parece que les resulta difícil imaginar que en la década de 1930 los adolescentes de su edad podían encontrarse detrás del alambre de espino. Un grupo de extranjeros, sentados en el café del museo, tratan de digerir lo que acaban de ver y no pueden decir ni una palabra.
El Museo de Historia del Gulag, que solía tener su sede en un pequeño edificio, se ha trasladado recientemente a un nuevo local y, con su enorme archivo, cuenta ahora con una nueva sede. Los diseñadores han tratado de que parezca un campo de prisioneros: intimidantes puertas de acero, ladrillos, luz tenue y mucho negro. Desde el primer minuto se sumerge al visitante en el ambiente de la parte más oscura del poder soviético: los años del Gran Terror y la represión.
En la primera sala el visitante es recibido por numerosas puertas: de un cuartel del campo, de una celda de una prisión preventiva en Magadán, de uno de los edificios de las Siete Hermanas en Moscú, de donde se llevaron para siempre a mucha gente. Se trata de una metáfora, del traslado a un mundo terrible.
En la cámara de ejecución, el suelo está sembrado de casquillos vacíos, mientras que los retratos de las personas asesinadas se proyectan en la pared de ladrillo, se van sustituyendo con el sonido de los disparos de una pistola. Las imágenes de archivo muestran a los prisioneros de un campo de tala trabajando. Al lado se encuentran los objetos personales, incluidos los de las fosas comunes. Una vez que te sumerges en todo esto, es difícil recuperarse.
El propósito del museo es rastrear la historia de los propios campos, así como de todo el sistema de represión política. Se muestran documentos, resoluciones del NKVD y citas de los líderes de la Revolución para demostrar cómo las ejecuciones sin juicio se convirtieron en una práctica legal en la URSS.
Las autoridades soviéticas creían que para construir un nuevo mundo era necesario exterminar a las personas que, de una forma u otra, lo saboteaban. La lista de esta categoría de personas se fue ampliando constantemente. “La represión para lograr fines económicos es un arma necesaria de la dictadura socialista”, dijo uno de los principales ideólogos de la revolución, Lev Trotski.
Los primeros prisioneros políticos en la URSS fueron enviados a prisiones y monasterios ya existentes, de donde los monjes estaban siendo expulsados. Una sección separada de la exposición está dedicada al Campamento de Propósitos Especiales Solovkí, que fue el primero de este tipo. Más tarde, en la década de 1930, durante los años del Gran Terror, se construyeron campos por todo el país y el trabajo de los convictos se convirtió en uno de los pilares de la economía soviética.
El museo también ofrece versiones en audio de las memorias de personas que pasaron por los campos: el autor de Relatos de Kolimá, Varlam Shalámov, Alexánder Solzhenitsyn (que tiene una sala separada), Alexandra, la hija de Lev Tolstói, y muchos otros.
Un mapa interactivo del gulag muestra la cronología, ubicación, número de prisioneros y tipos de campos (trabajos correctivos, especiales, cribado y filtración) en todo el país. Está disponible online, por lo que se puede ver sin necesidad de visitar el museo.
Con la ayuda de un casco de realidad virtual es posible realizar una visita por lo que queda del campo de Butugychag, en el Lejano Oriente ruso, con el director del museo, Román Románov. Aquí los reclusos trabajaban en las minas de uranio sin usar ningún tipo de protección contra las radiaciones. El museo planea desarrollar más visitas virtuales como esta.
Toda la información textual del museo está traducida al inglés. Además, al igual que todos los materiales de audio, el video tiene subtítulos en inglés.
El museo cuenta con un centro de documentación, donde se puede obtener información sobre las víctimas de la represión.
En la última sala del museo, una voz lee en voz alta los nombres de personas que fueron injustamente condenadas y asesinadas. Una joven pareja, tomados de la mano e inmóviles, escuchan la lista aparentemente interminable. Como acorde final, en el muro negro se mostraban cifras horripilantes: durante el Gran Terror, más de 20 millones de personas fueron enviadas a los campos de prisioneros, dos millones murieron allí y 700.000 fueron ejecutadas.
Te presentamos una serie de obras maestras creadas en el infierno del gulag.
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