En la Rusia moderna, la fiesta llamada “Día de la familia, el amor y la fidelidad” empezó a celebrarse oficialmente sólo en 2022. Y el 8 de julio no fue elegido por casualidad. Desde hace siglos, la Iglesia Ortodoxa Rusa conmemora en este día a los santos esposos Pedro y Fevronia de Múrom.
La leyenda del amor y la vida familiar de esta pareja impresionó mucho a los contemporáneos. A mediados del siglo XVI, un autor ruso escribió un relato sobre ellos y La historia de Pedro y Fevronia se convirtió en una de las piezas más destacadas de la literatura rusa antigua. De hecho, a día de hoy, es casi la única fuente de información sobre este pueblo, canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa en el siglo XVI.
Producción de "Pedro y Fevronia" en el Teatro de Arte Gorki de Moscú
Vladímir Fedorenko/SputnikEsta historia no tiene un comienzo clásico de cómo la pasión golpea a los amantes. Según la leyenda, el príncipe Pedro era hermano del príncipe Pável, que gobernaba en la ciudad de Múrom, 300 km al este de Moscú. El valiente Pedro mató con su espada a una serpiente mágica que seducía a la esposa de su hermano. Pero, una salpicadura de la sangre de la serpiente infectó a Pedro con una lepra incurable. Ningún curandero podía sanarla y el joven príncipe sufría dolores constantes.
Un día, Pedro soñó que una muchacha del pueblo llamada Fevronia podía curarle. La muchacha era real y fue encontrada, tras lo que accedió a curar al príncipe. Tuvieron que llevarlo ante ella, porque ya no podía caminar por sí mismo. Fevronia rechazó cualquier recompensa, salvo la promesa de que el príncipe se casaría con ella después de la curación. Le dio al príncipe pan fermentado y le dijo que se lavara en el baño y que se lo pasase por todas las costras menos una.
Monumento a Pedro y Fevronia en el pueblo de Laskovo, de donde se dice que es Fevronia
Maxim Shanin (CC BY-SA)Cuando siguió sus instrucciones, la enfermedad desapareció. Sin embargo, una vez curado, el príncipe decidió no casarse con esta chica corriente, ya que su ego se lo impedía. Pero, al parecer, Fevronia lo había previsto, así que, después de romper la promesa hecha, la enfermedad volvió a extenderse por el cuerpo de Pedro desde la única costra que le quedaba. Él se arrepintió apasionadamente de su debilidad mental y la pareja se casó.
Mientras que todas las historias románticas de amantes suelen terminar con una boda, para Pedro y Fevronia fue todo lo contrario. Su verdadero amor acababa de empezar.
Cuando murió el hermano de Pedro, éste debía gobernar Múrom. La nobleza local, sin embargo, no quería tener a la simplona Fevronia como princesa. Así que le dieron un ultimátum a Pedro: o dejaba a su esposa o abandonaba Múrom. La elección de Pedro fue fácil: renunció a su poder y abandonó la ciudad con Fevronia. Su corazón, mientras tanto, estaba apenado, pero su amada esposa le consoló diciéndole que el hombre que espera y confía en el Señor tendrá bendiciones tanto en esta vida como en el futuro.
Cubierta del santuario de Pedro y Fevronia. Contribución del zar Fiodor y la zarina Irina a la catedral de la Natividad de Múrom, 1593.
Dominio públicoSin embargo, en aquella época, Múrom estaba sumida en luchas y los boyardos se disputaban el poder, por lo que llamaron a Pedro para pedirle que regresara y los gobernara. Desde entonces, todos en Múrom se encariñaron con Pedro y especialmente con Fevronia.
Cuando la pareja envejeció, decidieron hacerse monjes y adoptaron los nuevos nombres de David y Eufrosinia. Acordaron morir el mismo día y ser enterrados en el mismo ataúd, para no ser separados tras su muerte.
Sin embargo, el pueblo no siguió su voluntad, considerando impropio enterrar a los monjes en el mismo ataúd. Sus cuerpos fueron trasladados en dos ocasiones a iglesias diferentes, ¡pero dos veces acabaron milagrosamente juntos de nuevo! Acabaron siendo enterrados juntos cerca de la iglesia de la Natividad de Múrom.
Un creyente sostiene un icono de los santos Pedro y Fevronia
Serguéi Piatakov/SputnikAhora, las reliquias de los santos se conservan en el Monasterio de la Santísima Trinidad de Múrom. Se consideran milagrosas y acuden a venerarlas creyentes de toda Rusia, especialmente los que buscan la felicidad familiar.
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