Jóvenes descansando.
V. Anni/RIA NovostiRecolectores de patatas descansando en una granja colectiva.
Getty ImagesNo suena muy romántico, ¿verdad? Pero entonces, ¡probablemente no sepas nada del romanticismo soviético! Recoger patatas era una de las cosas más extendidas del llamado sistema “voluntario-obligatorio”, en el que los ciudadanos soviéticos ayudaban a recoger las cosechas. Estudiantes, funcionarios y militares eran enviados a los campos. Imagínate a decenas de jóvenes trabajando todo el verano hasta septiembre, y luego, por supuesto, gozando de momentos de descanso. Qué buena oportunidad para encontrar el amor verdadero.
Equipo de estudiantes de construcción de la fábrica de maquinaria pesada Elektrostal en el interior de una ventana de una escuela técnica en construcción.
A. Bochinin/RIA NovostiLos estudiantes soviéticos también eran contratados para ayudar en las obras de construcción: Durante el verano o las vacaciones, estas brigadas de construcción construían diferentes cosas, a menudo alojándose en campamentos. El gozo del trabajo se adornaba con alegres veladas en las que se cantaba y se tocaba la guitarra... y puede que incluso se bebiera un poco de vino.
Cerca de un restaurante en Jūrmala.
Yákov Berliner/RIA NovostiUno de los mayores privilegios era que te concedieran una gira por uno de los estados socialistas: Bulgaria, Hungría o Alemania del Este, o visitar los balnearios de los países bálticos. Los grupos organizados tenían visitas guiadas en autobús o tren y a menudo se les pedía que permanecieran juntos. Así se lograba crear la sensación de vivir el turismo y nuevos horizontes con un nuevo conocido.
Los turistas en una excursión durante las vacaciones, URSS, 26 de junio de 1974.
Vladímir Pesliak/TASSLos soviéticos eran grandes aficionados al senderismo. Qué cosa más romántica: sólo tú, tu mochila y una tienda de campaña y podías quedarte donde quisieras, disfrutar del amanecer en las montañas y de las noches alrededor del fuego. Como todo en la URSS, había excursiones organizadas en las que nunca sabías con quién ibas a estar codo con codo.
La Casa de la Cultura de la granja colectiva Lenin, en el pueblo de Spásskoie.
Vladímir Akímov/RIA NovostiDK (Dom Kulturi, o Casa de la Cultura) era uno de los lugares favoritos para reunirse, sobre todo en ciudades y pueblos pequeños. Proyecciones de películas, representaciones teatrales de aficionados, conferencias... la gente estaba dispuesta a ver cualquier cosa, ya que era uno de los pocos entretenimientos que había en la Unión Soviética. Y, por supuesto, mirar furtivamente a alguien que te gustaba, al amparo de una sala a oscuras.
Sala de lectura de la Biblioteca Estatal Lenin de la URSS en Moscú.
David Sholómovich/RIA NovostiLas jóvenes de la película Moscú no cree en lágrimas consideraban la Biblioteca Estatal Lenin uno de los mejores lugares para conocer a un posible amor en Moscú. Especialmente su legendaria sala de fumadores.
“Tengo un pase para la sala de ciencias de la Biblioteca Lenin”
“¿Para qué?”
“¡Sólo imagínate ese caladero! Académicos, filósofos...”
“¿Y qué vas a hacer? ¿Mirar cómo leen?”
“¡No te enteras! También hay una sala para fumadores...”
La Biblioteca Estatal Rusa sigue siendo un lugar popular para quedar.
Territorio de Krasnoyarsk, URSS, 1985.
Vitali Danílchenko, Alexánder Yákovlev/TASSOtro personaje femenino de Moscú no cree en las lágrimas encontró a su amor en el habitual tren de cercanías soviético (elektrichka) cuando volvía de su dacha (casa de campo). Millones de soviéticos utilizaban los trenes de cercanías para ir de casa al trabajo o a la dacha y algunos se veían todos los días. Así que, ¿por qué no tener una cita con un buen acompañante?
Una pista de baile en la ciudad de Dubná, región de Moscú, URSS, 1981.
Anatoli Morkovkin, Yuri Tumánov/TASSTodos los fines de semana de verano, los jóvenes soviéticos corrían a los parques locales, a la pista de baile. Había chicos con guitarras, actos culturales públicos y veladas de baile. La gente salía, se enamoraba y conocía amigos. Bailaban el vals y el tango al aire libre. Los bailes eran abiertos y, cuando el locutor declaraba un “baile blanco” especial, las chicas invitaban a bailar a los chicos. En este lugar, el joven arquitecto Konstantín de la película La pista de baile conoce a su amor.
Fábrica de tractores de Vladímir: Juventud trabajadora.
Borís Kavashkin/RIA NovostiFábricas, plantas, institutos de investigación eran lugares habituales de citas. Los soviéticos pasaban ocho horas diarias en el trabajo, por lo que solían pasar juntos los almuerzos, las pausas y los subbotniks (tradición soviética de trabajo no remunerado los fines de semana). No es de extrañar que la película Romance de oficina siga siendo una de las más populares del país.
“Cuando la veo, las piernas me tiemblan”
“¡No te quedes de pie, mejor siéntate!”.
La cocina de la residencia de estudiantes, Universidad Estatal de Moscú.
Alexánder Maksímov/RIA NovostiMuchos chicos y chicas soviéticos que se trasladaban a las grandes ciudades para trabajar y estudiar, vivían en dormitorios comunales. Los trabajadores solteros de las numerosas fábricas soviéticas obtenían a menudo un permiso para una cama en la residencia. La vida en una de estas comunas era turbulenta: Los residentes organizaban fiestas, intercambiaban cosas y se peleaban por un sitio en la cocina. Y, por supuesto, ¡salían juntos! Algunos de los personajes de la película Moscú no cree en las lágrimas incluso se casaron en la residencia de trabajadores.
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