Suzi Naomi vive en Sochi desde hace un año. Después de Moscú y Siberia, aquí se siente como en casa. Y mientras los lugareños sufren del calor húmedo a +42 ºC, la chica de África se encuentra bastante a gusto.
En todos los libros de historia de Gabón aparece el nombre de su bisabuelo, el “Rey Denis” (Antchouwé Kowe Rapontchombo). Era el jefe de una gran tribu mpongwe, pero luego se convirtió al cristianismo y firmó un tratado para poner Gabón bajo protección francesa.
El bisabuelo de Suzy, "Rey Denis" (Antchouwé Kowe Rapontchombo).
Archivo personal“Cuando se mencionaba el nombre de mi bisabuelo en las clases de historia, los alumnos se indignaban y le llamaban traidor. Así que me callé y oculté mi ascendencia”, cuenta Suzi sobre los años en su tierra natal.
Suzy junto a sus familiares.
Archivo personalNaomi acabó en Rusia por circunstancias bastante dramáticas. En 2007, se matriculó en una universidad de medicina en Gabón. Allí se encontró con una banda de estudiantes que maltrataba a los recién llegados.
“Al principio no me tocaban, pero un día me agarraron, me obligaron a subir a un coche y querían llevarme a algún sitio. Salté del coche y huí”, recuerda Suzi.
El escándalo del secuestro se hizo ampliamente conocido y los gamberros no volvieron a tocar a la chica, pero sus padres seguían preocupados y decidieron enviarla a estudiar fuera.
Un pariente que había estudiado en Rusia le recomendó la universidad de medicina en Moscú. Suzi eligió endocrinología como especialidad: quería ayudar a su madre, que padece diabetes.
La doctora Suzy Naomi.
Archivo personalEstudiar medicina en ruso no resultó ser tan difícil. La chica ya tenía conocimientos de anatomía, química y biología. Tenía facilidad para los idiomas, y otros estudiantes gaboneses que ya se habían instalado en Rusia le ayudaron.
“Si me perdía en el metro, llamaba a mi amiga y ella me decía si iba por el camino correcto o no. Iba a la tienda con un diccionario, enseguida se acostumbraron a mí, y en cuanto aparecía con un libro, los vendedores ya sonreían”, cuenta la chica.
Con una sonrisa, Suzi recuerda su primera visita al comedor estudiantil. No sabía qué elegir, toda la comida le resultaba desconocida. Fue entonces cuando la mujer del puesto de servicio dirigió su atención hacia ella: “¿Nueva?”. - “Sí”. - “¡Entonces tómate una borsch!”
Así que la borsch se convirtió en el plato ruso favorito de la princesa africana.
Una vez, un ruso se acercó a una amiga de Suzi, también africana, en el metro de Moscú, queriendo practicar el francés. La amiga no hablaba francés, pero le recomendó a Suzi.
Así fue como la chica conoció a su futuro marido. Resultó ser un informático de Krasnoyarsk. Y en seis meses le pidió la mano: no quería que después de acabar la carrera la bella africana se marchase a su tierra natal.
Por desgracia, la pareja se divorció. Pero antes Suzi dio a luz a su hermoso hijo Naúm. El niño tiene una abuela rusa, que le quiere mucho y se lo lleva a Siberia en verano.
Las relaciones con la suegra rusa siguieron siendo excelentes después del divorcio. “Pero al principio hubo malentendidos. Cuando mi hijo tenía 10 meses, me preguntó: ‘¿Cuándo vas a empezar a estudiar con él?’ Le contesté: ‘¿A los 10 meses? ¿A hacer qué? ¿Matemáticas?’. Me crié en una cultura diferente: en mi familia, los padres nunca hacían deberes con sus hijos. Lo aprendí todo sola”, dice Susi. En Rusia se considera normal que los padres y los abuelos animen a los niños a ir más allá de lo que estudien en la guardería o en el colegio y trabajar cada día un poco más en casa: leer libros, practicar las matemáticas, dibujar, etc.
Pero Suzi decidió no imponer sus reglas y ha dejado que la abuela estudie con su nieto. Este año ha empezado a ir al colegio.
Así se titula el libro que Suzi escribió en ruso: se cansó de contar una y otra vez quién era y de dónde venía.
Durante cuatro años vivió con su marido en Siberia, era médico y viajaba para hacer reconocimientos médicos a los pueblos más pequeños y a las aldeas obreras. Aprendió a vestirse como una auténtica siberiana, con muchas capas.
“A veces llegaba a lugares donde en verano no hay carretera, sólo en invierno se puede pasar. Allí se extrae petróleo y gas. La gente, claro, se escandalizaba cuando me veía en medio de la taiga”. - ríe la chica.
Hace tres años, Suzi quedó segunda en el concurso Miss de Krasnoyarsk, y empezaron a invitarla a trabajar como modelo. Una vez llegó a participar en un concurso internacional de modelos en Sochi.
“Cuando bajé del avión, ¡pensé que había vuelto a casa! Aquí hay flores como las nuestras. Los mismos plataneros, por supuesto. Y en algunos lugares, los edificios, la arquitectura, se parecen mucho a Libreville, la capital de Gabón”.
Se dio cuenta de que no quería marcharse y desde hace un año vive en Sochi, donde trabaja como terapeuta y endocrinóloga.
Suzi admite que, como muchas chicas rusas, acude constantemente a cosmetólogos y salones de belleza. Y sus amigas de Gabón siempre admiran sus cejas y uñas. “¡En Rusia, los maestros de belleza son los mejores del mundo!” - afirma.
La versión completa de la entrevista se publicó en ruso en la revista The Nation.
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