Submarino de misiles balísticos soviético K-219.
Dominio públicoA principios de septiembre de 1986, el submarino de misiles balísticos soviético K-219 abandonaba la base de la Flota del Norte de Gadzhíevo para dirigirse a aguas del Océano Atlántico en su 13 ° viaje; uno que no iba a ser de los más celebrados.
Antes de que comenzara la larga travesía, el sexto silo de misiles tuvo una pequeña fuga radioactiva, pero nadie se atrevió a permitir que un problema tan pequeño detuviese al submarino. En retrospectiva, no atender este problema es precisamente lo que desató la tragedia. Cuando el submarino entraba al Mar de los Sargazos, la fuga se convirtió en un problema grave, y los marineros tenían que evacuar el agua residual dos veces al día.
Un catalizador del accidente fue la famosa maniobra táctica de los submarinos soviéticos conocida como "el loco Iván": un giro brusco para realizar un reconocimiento de área en la popa del sumergible usando el sonar. El espacio tras la hélice se conoce como la "zona muerta" para el sonar, y es donde un submarino de EE UU puede ocultarse para realizar el seguimiento.
Esta complicada maniobra condujo a la despresurización total del silo de misiles, que luego se llenó de agua. El 3 de octubre, la explosión de una ojiva convencional arrojó un misil nuclear al océano.
Durante su patrulla por el Atlántico, el K-219 estaba armado con 16 misiles nucleares balísticos R-27. Según Valeri Pshenichni, un capitán-teniente y oficial de la KGB en el K-219, el submarino era conocido como "asesino de ciudades" porque tenía el poder destructivo de 300 bombas atómicas de Hiroshima. La detonación de los otros 15 misiles balísticos tendría consecuencias catastróficas para toda la región.
La explosión del misil en el sexto silo dañó el cuerpo principal del submarino, pero la tripulación consiguió emergerlo. La cuarta sección tuvo que ser evacuada debido a los vapores tóxicos del combustible del cohete.
Para evitar que otros misiles balísticos detonasen, los marineros apagaron el reactor nuclear. Sin embargo, el sistema de control remoto del reactor había sido dañado por la explosión y el teniente Nikolái Bélikov y el marinero Serguéi Preminin tuvieron que ingresar a la séptima sección para apagar manualmente cuatro barras de control. El problema era para realizar tal tarea era que la temperatura alcanzaba los 70 grados Celsius.
Marinero Serguéi Preminin.
Foto de archivoBélikov apagó tres barras de control, pero perdió el conocimiento después de salir de la zona afectada. Preminin hizo lo propio con la cuarta, pero no pudo regresar porque la escotilla de aquel sector estaba estancada debido a las diferencias de presión. Por su valentía, años después, Preminin recibió póstumamente la Orden de la Estrella Roja y el título de Héroe de la Federación Rusa.
La Marina de EE UU supervisaba de cerca la situación y reconoció el lugar del accidente, enviando hasta allí el submarino USS Augusta, así como aviones de reconocimiento Lockheed P-3 Orión.
Los líderes soviéticos no querían enviar submarinos para rescatar al K-219, dado que algo así podía suponer el revelar las ubicaciones de sus fuerzas estratégicas en el Atlántico. Es por eso que algunos barcos mercantes soviéticos recibieron órdenes de dirigirse al lugar del accidente, y aviones soviéticos con base en Cuba también fueron convocados.
La tripulación soviética no podía aceptar la ayuda de EE UU porque esto evidenciaría un fracaso soviético. Además, los soviéticos sabían que los estadounidenses estaban ansiosos por conseguir documentos y equipos secretos del submarino accidentado. Sin embargo, por primera vez en la historia de la Guerra Fría, la dirección soviética reconoció francamente la catástrofe cuando el Secretario General Mijaíl Gorbachov envió al presidente Ronald Reagan un mensaje sobre el accidente.
La tripulación fue evacuada con éxito, a excepción del Capitán Ígor Britónov que permaneció, justificando su decisión con estas palabras: "Si dejara nuestro K-219, se convertiría en un navío abandonado. De acuerdo con la ley internacional, quien encuentra un barco abandonado se convierte en el nuevo propietario. Por lo tanto, tenía que permanecer a bordo, o los estadounidenses podrían hacerse con él".
Mientras el K-219 era remolcado por el carguero soviético, Krasnogvardeisk a la baja velocidad de 5 km/h, el maltrecho submarino estaba condenado a no llegar a casa. En la noche del 6 de octubre, el cable de arrastre se rompió por sorpresa y el submarino comenzó a hundirse. Los motivos para ello aún no están claros.
Alexéi Gakkel, del barco de rescate, Anatoli Vasíliev, recordaría que los marineros soviéticos estaban seguros de los culpables eran los estadounidenses. El USS Augusta de alguna manera había seccionado el cable, ya sea con su periscopio o con la ayuda de fuerzas especiales.
El submarino se hundió seis kilómetros hasta el fondo del Mar de los Sargazos. Si bien la tripulación no fue castigada por la pérdida de la estratégica nave, tampoco se la honró por prevenir una auténtica catástrofe.
Según los expertos, el submarino no presenta ningún peligro nuclear en la actualidad. El plutonio no puede llegar a la superficie porque no hay corrientes a una profundidad tan grande.
A pesar de esto, es cierto que la posibilidad de que la contaminación por radiación se filtre en la cadena alimentaria es un peligro real. Sin embargo, quizás nunca lo sepamos con certeza, porque los resultados de todas las investigaciones subacuáticas en el área siguen siendo secretas.
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