A principios de agosto de 1697, un joven zar vestido de incógnito entró en la ciudad holandesa de Zaandam. Llamó a la puerta de un herrero holandés, pidiendo un lugar para alquilar. Pedro Mijáilov (nombre falso) quería permanecer de incógnito, pero el gran número de personas que lo acompañaban lo hacía muy difícil. El zar estaba metido en una búsqueda importante, después de todo, una búsqueda que finalmente definiría el futuro de todo el Imperio ruso. Fue aquí, en la República de Holanda, donde realmente comenzó el viaje del zar Pedro el Grande y su Gran Embajada.
Rusia se había quedado rezagada con respecto al resto de Europa en términos de progreso e innovación. Cansado de las extrañas tradiciones de sus compatriotas, Pedro sintió la necesidad de abrir las puertas de la nación a la sociedad occidental. El objetivo era arrojar algo de luz sobre Rusia, para finalmente modernizar y occidentalizar el país. Sus reformas fueron la base del sistema estatal ruso durante toda una época, hasta 1917.
Como parte de los esfuerzos de modernización de Pedro, una Marina capaz era una absoluta necesidad. La Armada rusa en aquel momento era básicamente inexistente y los conocimientos sobre construcción naval eran, por lo tanto, bastante limitados. Los Países Bajos eran una nación marinera bien asentada y, por lo tanto, esto era razón suficiente para que el joven Pedro y su compañía realizaran una visita educativa a Holanda, que era muy necesaria.
Monumentro a Pedro el Grande en San Petersburgo.
Legion MediaPedro era un zar inmensamente curioso. Decidió que le convendría experimentar y observar la vida cotidiana europea con sus propios ojos (y manos). Alquiló una pequeña casa de madera y decidió construir una bania en su jardín (Pedro esperaba quedarse allí un tiempo, y lo consideró una necesidad).
La casa en la que el zar Pedro residió durante su estancia de ocho días en Zaandam sigue en pie hoy en día. Para conservarla, el rey holandés Willem I la compró en 1818 como regalo para su nuera Anna Pávlovna, hermana del zar Alejandro I. A su alrededor se construyó un edificio especial para protegerla de los elementos. La casa es actualmente una de las estructuras de madera más antiguas que quedan en todos los Países Bajos, y está abierta a los visitantes todos los días.
A la mañana siguiente de su llegada, Pedro empezó a trabajar como carpintero en uno de los astilleros de Zaandam. Sin embargo, su tiempo de trabajo allí duraría poco tiempo, ya que Pedro era fácilmente reconocible por la nobleza local.
Casa de Pedro el Grande en Zaandam, Holanda.
Museo ZaansHuelga decir que la noticia de la visita del zar Pedro se extendió por todo el país a la velocidad del relámpago. Cientos de personas recorrieron las calles, tratando de vislumbrar al peculiar visitante del este. Como las autoridades locales también fueron informadas, invitaron a Pedro a ver la botadura de un nuevo barco. El zar aceptó de todo corazón la invitación. Se dice, sin embargo, que cuando Pedro abrió una puerta y se encontró allí a una gran multitud de gente esperándole, se dio la vuelta y cerró la puerta de golpe.
Habiendo tenido suficiente en Zaandam, navegó hacia Ámsterdam. El alcalde de esta ciudad dio una sincera bienvenida y creó un nuevo lugar de trabajo en el astillero de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que se encontraba vallado. El zar-carpintero se arremangó y se puso a trabajar.
Pedro y su séquito permanecieron en Ámsterdam durante 4 meses. Principalmente practicando el arte de la construcción naval, Pedro también estaba interesado en las otras cosas que Ámsterdam podía ofrecer. Se dedicó a aprender el arte de la jardinería y la impresión de libros. Mientras tanto, sus habilidades con un hacha también resultarían muy efectivas para algo totalmente diferente.
Durante su visita a Ámsterdam, Pedro pidió a la administración que lo invitara a todas las torturas y decapitaciones que se producían en la ciudad. Estaba fascinado por estos eventos y se convirtió en un gran fanático de la tortura. Incluso llegaría a ordenar que su propio hijo, Alejo, fuera torturado hasta la muerte por intentar desertar a Europa a cambio de secretos militares rusos.
‘Pedro I interroga al zarévich Alejo Petróvich en Peterhof’ (1871).
Nikolái GayAunque al zar Pedro no le gustaban mucho las técnicas de construcción anticuadas de los holandeses, invitó a cientos de constructores navales del país a venir a trabajar a Rusia. Como la construcción naval era un arte totalmente nuevo allí, la mayoría de los términos náuticos no existían en el idioma ruso. El zar Pedro es conocido por haber cambiado esto y haber añadido así muchas palabras nuevas al diccionario. Sin sufrir realmente ninguna rusificación, palabras como vímpel (wimpel, la palabra holandesa para gallardete) y shturman (stuurman, la palabra para compañero de embarcación) todavía se utilizan hoy en día.
Holanda no fue la última parada de Pedro en Europa. Por invitación de Guillermo III de Inglaterra, que también era estatúder (cargo político que conllevaba funciones ejecutivas) de las Provincias Unidas, la Gran Embajada visitó Inglaterra. Pasó tres meses allí, de los cuales una buena parte transcurrió en los muelles reales de Deptford, donde Pedro observó y aprendió el famoso enfoque matemático inglés de la construcción naval. Pedro también visitó armerías reales, talleres, museos, tiendas de curiosidades y teatros anatómicos. Visitó el Parlamento y la Universidad de Oxford, estuvo en el Observatorio de Greenwich y en la Royal Mint de la Torre de Londres.
Lo que faltaba en su lista eran museos de pintura, pero Pedro no entendía de arte. Se saltó la magnífica galería del Kensington Palace, pero quedó impresionado con un dispositivo de veleta que William III le mostró.
Después de visitar otros países, entre ellos Francia y Austria, la Gran Embajada de Pedro fue interrumpida en 1698. Los regimientos de streltsí de la patria no le tenían demasiado cariño a los esfuerzos de occidentalización de Pedro y comenzaron un alzamiento. El habilidoso dominio del hacha adquirido por Pedro mostró su utilidad: decapitó a varios alborotadores sin ayuda de nadie.
‘La mañana de la ejecución de los streltsí’ (1881).
Vasili SúrikovEl zar Pedro disfrutó de su estancia en la República Holandesa, e instó a la creación de un nuevo puerto para mejorar el comercio marítimo entre Europa y Rusia. El puerto principal en ese momento era Arcángel, pero a menudo se congelaba debido a su ubicación en el norte. Así, el zar Pedro ordenó la construcción de una nueva capital el 27 de mayo de 1703.
Nacía así la “ventana al Oeste”, la Venecia del Norte, San Petersburgo. Debido a su obsesión por Europa, Pedro ordenó que la ciudad se diseñara como la capital holandesa, Ámsterdam, lo que acabó dando lugar a los numerosos grandes canales y puentes de la capital rusa. Famosos constructores navales holandeses e ingleses trabajaron en su nuevo astillero del Almirantazgo.
‘Pedro el Grande pensando sobre la construcción de San Petersburgo’ (1916).
Alexander BenoisTodo en San Petersburgo fue cuidadosamente planeado y diseñado con la ayuda de innumerables arquitectos extranjeros, muchos de ellos holandeses. Casi todos los edificios de la ciudad fueron construidos en estilo barroco petrino, una mezcla del barroco Narishkin (también conocido como barroco de Moscú) y estilos barrocos europeos (principalmente holandés). Sin embargo, la construcción de San Petersburgo llevó décadas; los famosos malecones de granito se construyeron unos 200 años más tarde, por lo que los canales de la época eran poco más que zanjas cavadas en la tierra.
El interés de Pedro por el cuerpo humano, que había surgido de una visita a la Universidad de Leiden, conduciría finalmente a la creación del primer museo de Rusia: la Kunstkamera. Un decreto de Pedro ordenó que todo lo que él consideraba especial fuera transportado a San Petersburgo. El museo está abierto hoy en día, y aún conserva la colección original de Pedro, junto con la expansión gradual vivida a lo largo de los años, totalizando alrededor de 2.000.000 de piezas.
Kunstkamera en San Petersburgo.
Alex 'Florstein' Fedorov/WikipediaSe suponía que los muchos canales del Ámsterdam del Este facilitaría el transporte de mercancías y personas por el agua, pero este elemento acabó representando una gran amenaza para la vida cotidiana de sus ciudadanos. Durante las tormentas, la ciudad era muy propensa a las inundaciones. Desde su fundación en 1703, se han registrado más de 300, la peor de las cuales tuvo lugar en 1824. El nivel del agua subió en aquella ocasión cuatro metros, dejando tras su paso una ciudad arrasada y con miles de víctimas.
Los Países Bajos pueden ser pequeños en tamaño, pero dejaron una gran huella en la historia de la Rusia moderna.
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