Víktor Leónov nació en Zaraisk, en 1916. Se alistó en la Marina soviética en 1937, pero cuando estalló la Segunda Guerra Mundial ya había sido ascendido a teniente, y fue asignado al 181º Destacamento Especial de Reconocimiento de la Armada soviética: una unidad diseñada específicamente para llevar a cabo rápidas incursiones nocturnas. Tras entorpecer a sangre y fuego el esfuerzo bélico germano, abandonaban el lugar de la operación en botes de remos o lo que tuviesen más a mano, antes de que los nazis pudiesen averiguar quién les había golpeado.
A lo largo de 1941, el teniente Leónov dirigió docenas de ataques a bases enemigas a lo largo de las costas rusas y finlandesas. Desde una balsa inflable, una lancha torpedera, un submarino o en paracaídas, este tipo temible destruyó centros de comunicaciones, depósitos de municiones, cañones antiaéreos y todo tipo de fortificaciones en el Círculo Polar Ártico, monitoreó los movimientos de los barcos enemigos. Una vez, coordinado con comandos noruegos, dejó en ruinas un depósito de transporte de motores, mató a 100 enemigos, destruyó 25 camiones y prendió fuego a incalculables de combustible, sin que sufrieran ni siquiera una sola baja.
Leónov no arriesgaba solo en el campo de batalla. Como contó el canal Zvezdá, una vez, entre operación y operación, Leónov acudió al Teatro de la ciudad de Poliarni y... se enamoró. Y a primera vista. Inmediatamente, le dijo a su acompañante: “Esa será mi esposa”. Al terminar la actuación, Leónov descubrió que la bella damisela era esposa de un piloto militar y que tenía dos hijos pequeños. Inasequible al desaliento pronunció: “De todos modos, me casaré con ella”.
Y se casó con ella. Seis meses después, estaban juntos. Los niños de ella, sin embargo, no pudieron ser adoptados (su padre no lo permitió), pero vivieron felices durante casi cuarenta años, teniendo junto y criando a dos hijos más – un niño y una niña...
En octubre de 1944, se le ordenó que silenciara cuatro cañones de defensa costera de 155 mm que habían sido un dolor de cabeza para los soviéticos. Leónov puso sobre la costa, a unos 100 comandos sin que nadie se diera cuenta, tras lo que dio un golpe de mano contra una posición de cañones antiaéreos alemanes de 88 mm, que estaba estratégicamente ubicada cerca de la de los 155 mm.
Leónov hizo entonces que los alemanes capturados pidiesen más refuerzos. Cuando estos llegaban, usó los cañones alemanes para destruirlos y, una vez terminó con ellos, atacó los sistemas artilleros que eran su primer objetivo. Capturó a 60 hombres (incluyendo al oficial al mando) sin siquiera disparar un solo tiro. Esta hazaña le valió a Leónov su primera Estrella de Oro del Héroe de la Unión Soviética, el premio más alto por a la valentía militar que la URSS podía ofrecer, según cuenta el portal Voyénnoye Obozrénie.
En el Lejano Oriente, el famoso y terrible barbudo fue solicitado por el alto mando cuando la guerra contra Alemania estaba llegando a su fin. La Flota del Pacífico tenía su propia unidad de exploradores marítimos, pero sus soldados no tenían experiencia en operaciones de combate. El Comisario del Pueblo de la Armada de la URSS, el almirante Nikolái Kuznetsov, eligió personalmente al teniente mayor Leónov para que encabezara este destacamento.
Sólo dos operaciones de combate durante la guerra con los japoneses fueron suficientes para que se otorgara a varios miembros del destacamento de Leónov el título de Héroe de la Unión Soviética, y él mismo se convirtió en Héroe por segunda vez.
El episodio más famoso ocurrió en la actual Corea del Norte. Los 140 hombres de Leónov se encontraron en un aeropuerto con tropas niponas inmensamente superiores, unos 3.000 soldados. Sabiendo que estaban en una situación muy desfavorable, solicitaron una reunión con el coronel japonés a cargo y (haciendo aparentar que no estaban preocupados) exigieron su rendición.
Soldados japoneses capturados
Dominio públicoCuando el militar japonés se dio cuenta de la situación real, decidió tomar a los diez soviéticos de la delegación como rehenes. Leónov, con sus barbas pobladas, según unas fuentes, gritó con ira: “Hemos estado luchando en Occidente durante toda la guerra y tenemos suficiente experiencia para evaluar nuestra situación. ¡No permitiremos que nos tomen como rehenes! ¡Todos moriréis como ratas cuando salgamos de aquí!”. Otras fuentes afirman que Leónov sacó una granada y amenazó con matar a todos los presentes, incluso a sí mismo y a sus acompañantes, si eran tomados como rehenes. Supuestamente Leónov declaró que no temía a la muerte. Esta acción al parecer intimidó al japonés, que aceptó rendirse a Leónov y sus hombres.
Después de su jubilación, escribió un libro sobre su vida y un barco fue bautizado con su nombre. Murió el 7 de octubre de 2003.
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