Nikolái Kobelkoff nació en 1851 sin extremidades, quizá por el síndrome del anillo de constricción, un trastorno congénito de causa desconocida. Sin embargo, el decimocuarto hijo de una familia adinerada del gobernador de Voznesensk (ciudad de los Urales), mostró un gran vigor. Solo podía usar un muñón en el lugar de su brazo derecho pero aprendió a vestirse y a comer por sí mismo.
En la década de 1880, el fabricante de prótesis, James Gillingham, vio a Kobelkoff en persona en Europa y señaló que tenía “los rudimentos de las piernas –un muslo de seis pulgadas de largo y el otro de dos pulgadas de largo–, pero el brazo derecho solo era un montículo cónico y el brazo izquierdo era un hueso redondeado”.
Nikolái fue habilidoso desde pequeño. Aprendió a escribir sosteniendo un bolígrafo entre su muñón y su cabeza y a los 18 años trabajaba de auxiliar. “Se sienta a la mesa, se coloca un bolígrafo entre la mejilla y el brazo y escribe con una mano de manera clara y comercial. Y hace la mayoría de las cosas con la misma combinación de mejilla y hombro. Lo más difícil era alimentarse a sí mismo”, presenció Gillingham más tarde.
Si no fuera por su actitud positiva y su visión de la vida, Nikolái difícilmente habría sido capaz de hacer una carrera tan asombrosa como la que tuvo. A pesar de no tener extremidades, estaba dotado de una inmensa fuerza corporal, que le permitía levantarse sin ayuda, caminar sobre los muñones e incluso levantar pesas. Su conducta alegre y sus impecables modales de aristócrata fueron también las características que hicieron a Nikolái una figura atractiva, por encima de su discapacidad.
En 1870 un empresario le ofreció un viaje a San Petersburgo. Su acto era sencillo y fascinante.
“La forma en que enhebra una aguja es tomándola en la boca y metiéndosela en la chaqueta, y luego metiéndosela en la boca y pasándola a través del ojo de la aguja. Lo más extraño es verlo cargar una pistola, apuntar a una vela encendida y disparar la llama”.
Durante una gira por Viena, Nikolái conoció a Anna Wilfert, pariente de los propietarios del mítico parque Prater de Viena, donde Nikolái había actuado una vez. Se casaron en 1876 y Anna lo acompañó como asistente en sus actuaciones. Se convirtió en la madre de sus 11 hijos, muchos de ellos nacieron cuando iban estaban de gira. Seis de ellos sobrevivieron y ninguno tuvo la discapacidad de su padre.
En la década de 1880, Kobelkoff, que a menudo hacía sus espectáculos bajo el apodo de Rumpfmensch ("Tronco humano"), desarrolló su espectáculo, en el que lo más destacado era que salía de una jaula con un león. Viajó por Europa y en 1882, por EE UU. Dominaba el italiano, el inglés, el húngaro y el checo, además del francés y el alemán. Actuó ante varios monarcas, entre ellos el zar Alejandro III, el káiser Guillermo II, la reina Guillermina de los Países Bajos y el príncipe heredero Rodolfo de Austria.
En 1901, Kobelkoff había ahorrado suficiente dinero como para comprar un terreno en el Prater de Viena a los parientes de su esposa. Nikolái ordenó que se construyera un velódromo y un tobogán y ganó dinero con ello pero continuó las giras. Sus hijos también se unieron.
En 1912, su esposa Anna falleció a causa de un derrame cerebral y, a partir de ese momento, Nikolái dejó de viajar y se jubiló. Se quedó en Viena, donde vivió en compañía de sus hijos y nietos y continuó dirigiendo el negocio.
Murió en 1933 a los 81 años y fue enterrado en el Cementerio Central de Viena. Los ingresos por el Prater han mantuvieron a sus descendientes hasta la década de 1970.
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