La guerra del Chaco (1932-1935) entre Bolivia y Paraguay fue el conflicto más sangriento jamás vivido en de Latinoamérica, con un costo de más de 100.000 vidas. Un papel clave en las hostilidades fue desempeñado por oficiales rusos y alemanes emigrados de los dos bandos en conflicto. Fue, prácticamente, una continuación de la Primera Guerra Mundial en otro continente.
Durante décadas, Paraguay y Bolivia habían pleiteado por la vasta región del Gran Chaco. Ambos la consideraban como propia, pero ninguno de ellos se arriesgaba a una confrontación abierta. Así fue, al menos, hasta 1928, cuando los geólogos afirmaron que este territorio poco poblado e infranqueable podía ser una fuente de oro negro.
Asunción y La Paz (la capital administrativa de Bolivia) pronto se vieron enfrentadas. Y las compañías petroleras añadieron combustible (literal) al fuego metafórico. Los enemigos jurados, Standard Oil (una empresa estadounidense que apoyaba a Bolivia) y Royal-Dutch Shell (una empresa anglo-holandesa que apoyaba a Paraguay) tenían grandes esperanzas depositadas en el Gran Chaco.
El primer enfrentamiento se produjo entre un destacamento de caballería paraguayo y la policía boliviana en agosto de 1928. La guerra total sólo se evitó gracias la intervención de la Sociedad de Naciones. Sin embargo, cuatro años más tarde, esta organización se vio impotente para hacer nada. El 15 de junio de 1932, el Ejército boliviano lanzó un ataque sorpresa contra los puestos de avanzada paraguayos en el territorio en disputa.
El pequeño Paraguay parecía tener pocas esperanzas contra la poderosa Bolivia. No sólo los recursos humanos de esta última nación eran 3,5 veces más grandes, sino que apenas 60 años antes Paraguay había mantenido una guerra brutal contra Brasil, Uruguay y Argentina, que se cobró la vida de hasta el 70% de su población masculina.
Además, las fuerzas armadas bolivianas tenían el triple de poder aéreo y una ventaja abrumadora en cuanto a vehículos blindados. Los paraguayos no pudieron desplegar ni un solo vehículo blindado contra los tanques ligeros Vickers Mk E y las tanquetas Carden Lloyd VI de Bolivia. Sólo en lo que respecta a los cañones de artillería había cierta paridad.
En esta grave situación, sólo un milagro podía salvar al país, y uno se produjo con la llegada de varias docenas de oficiales rusos, que habían dejado su patria después de la guerra civil rusa y que encontraron un nuevo hogar al otro lado del océano.
Uno de los oficiales emigrados, el teniente general Nikolái Stogov, escribió: “Parece que no hay una sola área de asuntos militares en la que nuestros oficiales rusos en Paraguay no hayan contribuido en términos de conocimiento y experiencia”.
Incluso antes de que comenzara el conflicto, al darse cuenta de la incalculable experiencia de los oficiales rusos, los dirigentes paraguayos los involucraron activamente en la modernización tanto de las fuerzas armadas como del país en su conjunto. “Los emigrantes rusos fueron una bendición para Paraguay, que necesitaba restaurar su tambaleante economía. Se empezaron a construir puentes, carreteras, edificios administrativos, cuarteles, etc. El país fue cobrando vida poco a poco gracias a la ayuda del personal técnico ruso”, contó el arquitecto ruso, Gueorgui Benois, quien visitó Asunción en los años 20 (O.E. Tsarkov. Chako, 1928-1938. Una guerra local desconocida. Moscú, 2018).
Fueron los asesores rusos los que insistieron en adquirir la ametralladora Madsen danesa, que la caballería zarista había utilizado en la Primera Guerra Mundial. Era mucho más efectiva y fiable que la ametralladora Chauchat impuesta a los paraguayos por la misión militar francesa.
Gracias a los rusos, en 1932, Paraguay creó su primera división de caballería. En este sentido, superó a Bolivia, donde una formación similar sólo apareció dos años después. La caballería paraguaya fue entrenada para llevar a cabo incursiones rápidas en la retaguardia enemiga, y el mayor Nikolái Kórsakov incluso tradujo canciones de caballería rusas al español para inculcar el espíritu militar.
Mientras tanto, 120 oficiales alemanes se habían establecido en Bolivia y ahora servían en el Ejército nacional, que había sido remodelado siguiendo el modelo alemán y vistiendo un uniforme idéntico al del Reichswehr. El veterano oficial de la Primera Guerra Mundial Hans Kundt fue nombrado comandante en jefe, afirmando con arrogancia que se libraría fácilmente de los rusos (es decir, el Ejército paraguayo).
En aquel momento, 86 emigrantes rusos estaban sirviendo en las filas de las fuerzas armadas paraguayas. A pesar de su reducido número, la mayoría eran oficiales con una experiencia de combate inestimable, y casi todos demostraron su considerable valor en su respectiva área de especialización.
Después de haber realizado 13 expediciones de reconocimiento por el Gran Chaco, el general Iván Beliáiev tenía una vasta experiencia como cartógrafo de la región y artillero. Como jefe de la unidad cartográfica del Estado Mayor y asesor del presidente paraguayo, participó intensamente en la planificación de las operaciones ofensivas y defensivas del Ejército del país.
Gracias al desciframiento de los códigos militares bolivianos al inicio de la guerra por el jefe de la inteligencia militar de Paraguay, Nikolái Ern, y el capitán Serguéi Kern, el Ejército paraguayo se aseguró una gran ventaja sobre el enemigo A menudo sabían de las intenciones del contrario incluso antes de que las tropas bolivianas recibieran sus órdenes.
Un papel importante en la organización de las defensas aéreas paraguayas lo desempeñó el capitán aviador Serguéi Schetinin. Gracias a sus consejos, los paraguayos crearon artillería de señuelo, que los aviones bolivianos bombardearon inútilmente.
La culminación de la guerra del Chaco boliviano-paraguaya (así como ruso-alemana) fue el segundo asalto a Nanava (un suburbio de Asunción) en julio de 1933. En esta operación, Kundt concentró a 6.000 de sus bolivianos contra 3.600 paraguayos.
Bajo la cobertura de tanques de tripulación alemana, liderados por un destacamento de lanzallamas, los bolivianos avanzaron sobre las posiciones del Ejército paraguayo. Gracias a las sólidas defensas establecidas por los expertos militares rusos (zonas fortificadas equipadas con morteros y ametralladoras, rodeadas de campos minados y alambradas de púas), se repelieron ocho ataques enemigos, a los que siguió un contraataque exitoso. El Ejército boliviano perdió varios tanques y alrededor de 2.000 hombres, frente a las pérdidas de Paraguay, que fueron de sólo 448 efectivos. Poco después del fracaso de la operación, Kundt fue destituido de su puesto.
Al año siguiente, después de varias victorias importantes, Paraguay finalmente obtuvo la ventaja estratégica. Cuando sus fuerzas armadas entraron en Bolivia, este país recurrió a la Sociedad de Naciones para que le ayudara a concluir la paz.
En virtud del tratado de paz de 1935, Paraguay recibió la mayor parte del Gran Chaco, que casi duplicó su territorio. En un mal giro de la ironía, el petróleo fue descubierto en el valle sólo 77 años después, en 2012.
Los paraguayos elogiaron a los oficiales rusos por su papel vital en la guerra del Chaco. El futuro presidente de Paraguay, Alfredo Stroessner, que había servido bajo el mando del general Stepán Visokolián, tenía un profundo respeto tanto por su comandante como por todo el cuerpo de oficiales rusos, llamándolos “gente de honor”.
Después de la guerra, muchos de estos emigrantes rusos recibieron todo tipo de premios, fueron proclamados héroes nacionales y ocuparon altos cargos en el país. Hasta el día de hoy, seis calles de Asunción llevan el nombre de los seis oficiales rusos que murieron en la guerra del Chaco.
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