Cuando un monarca británico condecoró a un general ruso… ¡que no existía!

Legion Media, foto de archivo
Una supuesta figura clave en la Guerra Civil Rusa, el General Járkov, fue muy popular en Europa en 1919. Sólo había un pequeño problema: este individuo no existía.

La intervención británica

La Revolución de 1917 en Rusia y el posterior caos de la Guerra Civil dieron a las potencias extranjeras la oportunidad de interferir abiertamente en los asuntos internos de Rusia. Gran Bretaña se convirtió en uno de los actores clave en el panorama ruso, enviando una fuerza expedicionaria al país y proclamando su apoyo a las fuerzas antibolcheviques, conocidas como “blancas”.

En realidad, los británicos estaban más interesados en prolongar el conflicto, debilitando y destruyendo así a uno de sus principales rivales geopolíticos, y fomentando una guerra civil constante en lugar de la victoria de los partidarios de una “Rusia unida e indivisible”. 

El movimiento blanco, a pesar de todas las promesas, recibió una ayuda bastante modesta e inadecuada para luchar contra el Ejército Rojo. Pero incluso este insignificante apoyo podría haber llegado a su fin en 1919, tras un amplio debate en la sociedad británica sobre si valía la pena participar en la aventura rusa y mantener a soldados británicos en un país frío y distante.

General Járkov

El Primer Ministro británico, David Lloyd George, se involucró activamente en el debate. Dirigiéndose a la Cámara de los Comunes el 16 de abril de 1919, pronunció un apasionado discurso en el que dijo que Gran Bretaña no podía abandonar a su aliado a los caprichos del destino después de todo lo que los rusos habían hecho por los británicos.

Los ejércitos blancos, dijo el Primer Ministro, habían sido creados con la ayuda de los aliados para luchar contra los alemanes. Hubiera sido totalmente indigno de cualquier gran nación haberles dicho, tan pronto como hubieran servido a los propósitos de los Aliados y después de haber asumido todos los riesgos: “Gracias; les estamos muy agradecidos. Han servido a nuestro propósito. Ya no te necesitamos. Ahora dejad que los bolcheviques os corten el cuello”.  (James Ramsey Ullman, Relaciones Anglo-Soviéticas, 1917-1921, Volumen 2: Gran Bretaña y la Guerra Civil Rusa. Princeton: 1968). 

El gobierno británico, insistió Lloyd George, debe continuar “apoyando al general Denikin, al almirante Koltchak [Kolchak] y al general Járkov". Mencionó en particular los méritos y las hazañas heroicas de este último. El único problema era que no había un “general Járkov” en las filas del movimiento blanco. El político británico había confundido persona a la ciudad ucraniana de ese nombre con una persona. También podría haberse referido al líder de los cosacos, el atamán Piotr Krasnov. Este último, sin embargo, se había alineado junto a los alemanes y no recibía ningún apoyo de los aliados.

Inexistente pero muy popular

En un momento dado, el “general Járkov” se hizo muy popular en Europa. Los periódicos británicos y franceses estaban llenos de admiración por él, se escribió una canción en su honor y se le dio su nombre a una cafetería, un juego de cuchillas, una cerveza, una marca de café, fajas para hombres y un sombrero de mujer. 

El cúlmen de la popularidad del General Járkov llegó cuando fue condecorado por el monarca británico, el Rey Jorge V: “Por sus méritos en la lucha contra el bolchevismo como un mal mundial”.

Este personaje ficticio también se convirtió en miembro honorario de la Orden de San Miguel y San Jorge. Al general se le concedió el derecho a un título y a ser tratado como “Sir”.

Medalla sin héroe

Cuando el 31 de agosto de 1919 una delegación británica llegó con la condecoración a la sede del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas del Sur de Rusia, Antón Denikin, resultó que nadie había oído hablar del General Járkov. Después de que se les explicase a los británicos que Járkov era una ciudad, decidieron buscar a su héroe allí. 

Al llegar a Járkov, que fue había sido recientemente arrebatada al Ejército Rojo, los británicos quedaron finalmente convencidos de que el tal general Járkov no existía. Sintiéndose algo tontos, pero decididos a completar su misión, los oficiales británicos decidieron entregar la medalla al Teniente General Vladímir Mai-Mayevski, comandante del Ejército Voluntario (que formaba parte de la Fuerzas Armadas del Sur de Rusia) y que en aquel momento participaba en una ofensiva contra  Moscú, un último intento de los blancos por derrotar a los bolcheviques. Y así terminó uno de los episodios más extraños de la Guerra Civil Rusa.

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