Los 'samuráis rusos' que lucharon por Japón en la Segunda Guerra Mundial

Foto de archivo

Los rusos fueron quizás los únicos europeos que se ofrecieron a luchar por la creación de una Gran Asia Oriental liderada por Japón. Sin embargo, con ello, también perseguían lograr sus propios objetivos.

La victoria de los bolcheviques en la Guerra Civil Rusa obligó a cientos de miles de rusos a huir del país. Sin embargo, ni ellos ni sus hijos dejaron de soñar un solo día con volver a su patria y derrocar el régimen soviético que tanto odiaban.

Si en su lucha contra la URSS, muchos emigrantes rusos en Europa se pusieron del lado de Hitler, los que se habían establecido en el Lejano Oriente eligieron al Imperio Japonés como su aliado.

Amigos

Los japoneses habían comenzado a forjar lazos con los emigrantes del Ejército Blanco que vivían en Manchuria, en el noreste de China, en la década de 1920. Cuando en 1931 el Ejército Kwantung ocupó esa región, una parte importante de sus habitantes rusos apoyaron a los japoneses en su lucha contra las tropas chinas.

Un estado títere, Manchukuo, se creó en el territorio de Manchuria y Mongolia Interior, con el último emperador chino, Puyi, a la cabeza. Sin embargo, el poder real lo ejercían  los consejeros japoneses y el alto mando del Ejército Kwantung.

Los japoneses y los rusos allí residentes encontraron intereses comunes en su odio al comunismo. Se necesitaban mutuamente en la próxima guerra de “liberación” contra la Unión Soviética.

“Samuráis rusos”

Bajo la ideología oficial de Manchukuo, los rusos eran uno de los cinco pueblos “indígenas” del estado y disfrutaban de los mismos derechos que los japoneses, chinos, mongoles y coreanos que vivían allí.

 Tropas japonesas entrando en Chinchow

Como símbolo de su actitud favorable hacia los emigrantes rusos blancos, los japoneses los involucraron activamente en cooperar con la misión militar japonesa en Harbin, su oficina de inteligencia en Manchuria, Su jefe, Michitarō Komatsubara, comentó una vez acerca de los rusos: “Están listos para cualquier sacrificio material y con gusto aceptan cualquier misión peligrosa que tenga como objetivo destruir el comunismo”.

Además, se crearon numerosos destacamentos militares rusos para proteger las principales instalaciones de transporte de los ataques de los bandidos locales de Honghuzi. Más tarde, también se utilizarían para luchar contra los partisanos chinos y coreanos.

Los “samuráis rusos”, como el general Genzo Yanagita llamó a los emigrantes del Ejército Blanco que colaboraban con los japoneses, recibieron formación tanto militar como ideológica. En general, su actitud ante la idea de crear una Gran Asia Oriental bajo el mando del Japón fue bastante neutral, quizás rayana en lo positivo, aunque se mostraron mucho menos entusiastas ante la perspectiva planeada de apoderarse de todas las tierras rusas hasta los Urales. Sentimiento que, obviamente, tuvieron que ocultar cuidadosamente.

“Nos atiborraron a conferencias, filtramos y desechamos todo lo superfluo del espíritu nipón que estaba en desacuerdo con nuestro espíritu ruso”, recordaría después un cadete llamado Golubenko.

Destacamento Asano

La más destacada de las unidades militares rusas creadas por los japoneses fue el destacamento “Asano”, llamado así por su comandante, el mayor Asano Makoto. En diferentes épocas, contó con de 400 a 3.500 personas.

Fundado en el cumpleaños del emperador Hirohito, el 29 de abril de 1938, el destacamento englobaba unidades de infantería, caballería y artillería. Con base en Manchukuo, los soldados de Asano estuvieron sin embargo totalmente supervisados por el ejército japonés.

Los soldados de esa unidad secreta se entrenaron para llevar a cabo operaciones de sabotaje y reconocimiento en el territorio del Lejano Oriente soviético en una futura guerra contra la URSS. En el territorio de esta, su tarea sería capturar o destruir puentes e importantes nodos de comunicaciones, infiltrarse en unidades soviéticas y envenenar sus cocinas y fuentes de agua.

El Imperio Japonés comprobó el potencial militar del Ejército Rojo dos veces, en 1938, cerca del lago Jasan, y en 1939, en el río Jaljin Gol. Los hombres del destacamento de Asano participaron en ambas operaciones, aunque su función consistió principalmente en interrogar a los prisioneros de guerra soviéticos.

No obstante, también se informó de que participaron en enfrentamientos reales con el enemigo. Así, durante las batallas de Jaljin Gol, un destacamento de caballería de la República Popular de Mongolia se encontró con los soldados montados de Asano y los confundió como propios. Ese error costó la vida de la mayoría de aquellos militares mongoles.

Un nuevo papel

A finales de 1941, el liderazgo japonés había abandonado su proyecto de guerra relámpago contra la URSS, conocido como plan Kantokuen. Y para 1943, estaba claro que no habría ninguna invasión japonesa del Lejano Oriente soviético, de ninguna forma.

Como resultado, los japoneses llevaron a cabo una reforma de sus destacamentos rusos, pasando a ser, de sabotaje y reconocimiento con fines especiales, a unidades normales de armas combinadas. Así, el destacamento de Asano, perdió su estatus secreto, pasando a formar parte del 162º Regimiento de Fusileros de las Fuerzas Armadas de Manchukuo.

Sin embargo, Tokio siguió valorando mucho a sus soldados rusos. En mayo de 1944, el hermano menor del emperador Hirohito, el príncipe Mikasa Takahito, visitó el lugar donde se encontraban los combatientes de Asano. En su discurso a los soldados, habló de fortalecer la moral y el entrenamiento militar de los pueblos japonés y ruso.

Derrota

La difícil y heroica lucha de la Unión Soviética contra la Alemania nazi dio lugar a una oleada de patriotismo y sentimientos antijaponeses entre la población rusa de Manchuria. Muchos oficiales comenzaron a colaborar con la inteligencia soviética. Resultó que incluso uno de los líderes del destacamento de Asano, Gurguen Nagolian, era agente de la NKVD (policía secreta soviética).

Cuando el 9 de agosto de 1945, el Ejército Rojo invadió Manchuria, las unidades militares rusas locales reaccionaron de manera variada. Una pequeña parte de ellos opuso resistencia armada, pero fueron rápidamente aplastados junto con sus aliados manchúes. El comandante soviético Piotr Melnikov recordó que desde el lado japonés a menudo llegaban gritos en ruso lanzados con la intención de confundir y desorientar a los soldados soviéticos, tratando de averiguar quién era amigo y quién enemigo.

Sin embargo, la mayoría de los rusos decidieron cambiar de bando. Arrestaron a sus comandantes japoneses, crearon destacamentos de guerrilla para luchar contra los nipones y, tras haber tomado el control de sus bases, las entregaron a las tropas soviéticas que avanzaban. De vez en cuando, los soldados del Ejército Rojo incluso se congeniaron con  los emigrantes de la Rusia Blanca, y a estos últimos se les confió la tarea de hacer guardia en algunas instalaciones capturadas.

Sin embargo, el idilio terminó cuando, siguiendo a las unidades militares soviéticas, llegaron los oficiales de contrainteligencia de SMERSH. Moscú, que tenía una amplia red de espionaje en Manchuria, conocía bien las actividades de los emigrantes locales del Ejército Blanco en los años anteriores. Todos fueron llevados a la URSS, donde los más veteranos fueron ejecutados, mientras que los demás fueron condenados a pasar hasta 15 años en los campos del Gulag.

Pincha aquí para leer sobre Yusitero Nakagawa, un japonés capturado como prisionero de guerra en la isla de Sajalín que decidió quedarse en la URSS. 

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