Pilotos de la 68ª Escuadrilla Aérea cerca del hidroavión 'Amur'.
Foto de archivoHoy en día, los portaaviones se consideran, con razón, un símbolo de poder y dominio en el mar. Aunque su mejor momento llegó en la Segunda Guerra Mundial, también tuvieron un papel importante en la Primera Guerra Mundial.
La mayoría de los primeros modelos de portaaviones no tenían capacidad para que los aviones despegaran y aterrizaran en sus cubiertas. Pero por ejemplo podían llegar a un punto designado, lanzar y recoger toda una escuadra de hidroaviones.
El hidroavión Otlitsa.
Foto de archivoA principios del siglo XX, el Imperio ruso era uno de los líderes mundiales en la producción de este tipo de buques. Tenía siete portahidroaviones que lucharon contra los turcos y los alemanes en los mares Negro y Báltico. Desgraciadamente, después de que Rusia se retirara de la Primera Guerra Mundial en 1918, los perdió todos de una manera u otra.
Los bolcheviques, que llegaron al poder en Rusia, mantuvieron la tradición de construir buques portaaviones que habían heredado de sus predecesores. Sólo que su intención era utilizar estos barcos no en el mar, sino en ríos y lagos.
Portaaviones fluvial 'Kommuna'.
Foto de archivoDurante la guerra civil rusa, las operaciones navales no tuvieron un papel importante, ya que la mayoría de las batallas entre los bolcheviques y los “enemigos de la revolución” se libraron en tierra. Por eso los dirigentes soviéticos decidieron construir portaaeronaves capaces de operar en los profundos ríos de Siberia, los Urales y la región del Volga.
En agosto de 1918 se creó el primer portaaviones fluvial del mundo para el Volga. El ‘Kommuna’, como se le llamó, se construyó sobre la base de una barcaza petrolera de 140 metros de largo y 19 metros de ancho llamada ‘France’.
Portaaviones fluvial 'Kommuna'.
Foto de archivoEl portaaviones contaba con una escuadrilla de seis hidroaviones M-9 y tres cazas Nieuport con tren de aterrizaje de ruedas. La principal fuerza de ataque eran los hidroaviones, que la tripulación del barco lanzaba al agua y retiraba utilizando plataformas de madera especialmente equipadas.
El “grupo de portaaviones” estaba formado por el ‘Kommuna’, un remolcador que lo arrastraba, un vapor de pasajeros, que alojaba a la tripulación de vuelo y transportaba municiones y combustible, y varios barcos de escolta. Para la defensa del grupo de combate, había ametralladoras y dos cañones antiaéreos de 37 mm montados en el portahidroaviónes.
El ‘Kommuna’, que se movía con extrema lentitud (podía alcanzar una velocidad de sólo 11 km/h), desempeñó a veces un papel importante en las hostilidades. Sus aviones bombardearon las infraestructuras y las tropas del enemigo y realizaron misiones de reconocimiento.
El piloto Serguéi Kozlov recordaría cómo en 1918, durante una batalla por Tsaritsin (Volgogrado en la actualidad), los hidroaviones trataban de localizar una batería de artillería bien camuflada de los blancos, que tenía en su punto de mira los accesos por agua a la ciudad que defendían los rojos. Como los reconocimientos aéreos regulares resultaron ser poco útiles en este caso, se decidió utilizar los hidroaviones a bordo del ‘Kommuna’.
Pilotos de la 68ª Escuadrilla Aérea
Foto de archivo“El 25 de agosto, uno de los pilotos del batallón despegó en un hidroavión M-9 en una misión de reconocimiento para localizar la batería a baja altura, - escribió Kozlov. - El avión pasó varias veces por encima del barranco, pero sin éxito. Así que el piloto decidió bajar aún más. Aquel fue un momento de nerviosismo. Y los Blancos perdieron el temple. El enemigo abrió un intenso fuego sobre el avión y así mostró su posición. Las alas y el avión fueron alcanzados en varios lugares. Una esquirla golpeó el timón. Dos dedos de la mano derecha del piloto quedaron muy afectados, y el navegante que estaba sentado a su lado, Maksimenko, se los apretó con un pañuelo mientras el avión seguía dando vueltas. Sólo después de tener claras las coordenadas de la batería, la tripulación regresó a la flotilla e informó de su descubrimiento. Las posiciones del enemigo fueron destruidas por el fuego de artillería”.
Después del ‘Kommuna’, aparecieron en el Volga portahidroaviones más funcionales, el ‘Poseidón’ y el ‘Svoboda’ (“Libertad” en ruso), también fueron construidos a partir de barcazas petroleras. Los almacenes y los camarotes para los pilotos ya no se encontraban en un barco separado, sino en los mismos portahidroaviones donde se estacionaban las aeronaves.
'Svoboda', hidroavión funcional.
Foto de archivoAdemás de su baja velocidad, otro inconveniente común de los primeros portaaviones soviéticos era el hecho de que los aviones a bordo estaban siempre al aire libre, lo que no podía sino afectar a su estado. El problema se solucionó en el portahidroaviones llamado (muy apropiadamente) ‘Smert’ [“muerte” en ruso], que tenía dos hangares construidos en su cubierta.
Un destino interesante fue tuvo el portahidroaviones ‘Pripiat’, que fue construido en marzo de 1919 sobre la base del vapor de pasajeros ‘Tatiana’. Durante la guerra soviético-polaca, fue capturado por las tropas polacas y utilizado por ellas como transporte militar hasta que fue hundido durante la retirada de las tropas el 25 de julio de 1920. Los bolcheviques lo ‘reflotaron’ del lecho del río y lo volvieron a poner en servicio como buque de Estado Mayor. Sin embargo, pronto, durante una precipitada retirada, también tuvieron que hundirlo. En abril de 1921, esta vez los polacos lo sacaron a la superficie y, con el nombre de ‘Almirante Sierpinek’, lo incluyeron en su Armada. El 17 de septiembre de 1939, cuando el Ejército Rojo entró en el este de Polonia, el barco fue hundido de nuevo y luego reflotado de nuevo. En septiembre de 1941, volvió a irse al fondo: fue hundido en el Dniéper por las tropas soviéticas que se retiraban de Kiev. Tres años más tarde, el torturado barco fue devuelto a la superficie de nuevo, pero para entonces ya no tenía arreglo, por lo que finalmente fue enviado a la chatarra.
‘Almirante Sierpinek’ en 1930.
Foto de archivoLos blancos intentaron crear una flota de portahidroaviones propia. A principios del verano de 1919, en el río Chusovaia, en los Urales, cerca de Perm, convirtieron una barcaza de 84 metros en un portaaviones llamado ‘Danilija’, capaz de transportar cuatro aviones. Sin embargo, no tuvo la oportunidad de ser probado en acción real: en julio del mismo año, fue capturado e incendiado por los rojos.
Tras el final de la Guerra Civil, los portaaviones fluviales soviéticos sólo tuvieron un episodio emocionante en su historia. En el otoño de 1929, durante el conflicto armado soviético-chino en el río Songhua, el portahidroaviones ‘Amur’ sirvió de base para la 68ª Escuadrilla Aérea. Llevó a cabo con éxito misiones de reconocimiento y atacó posiciones enemigas, distinguiéndose especialmente durante el desembarco que se realizó en la zona de Fujin. “Los pilotos del escuadrón destruyeron una cañonera ... un barco de vapor armado, una barcaza ... La artillería enemiga y los puntos de ametrallamiento fueron suprimidos. La caballería china blanca fue dispersada, lo que ayudó a la fuerza de desembarco”, recordó el comandante del destacamento Eduard Lujt.
El hidroavión Amur.
Foto de archivoCon el rápido desarrollo de la aviación y la construcción naval en los años 30, la URSS renunció a sus voluminosos gigantes fluviales. Pero su uso fue retomado en Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, varios portaaviones de entrenamiento “de agua dulce” operaron en los Grandes Lagos del país para entrenar a los pilotos navales.
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