El único soldado estadounidense que luchó junto a los soviéticos en la Segunda Guerra Mundial

Joe Beyrle luchó contra los nazis en las filas del ejército estadounidense y soviético durante la Segunda Guerra Mundial

Joe Beyrle luchó contra los nazis en las filas del ejército estadounidense y soviético durante la Segunda Guerra Mundial

Getty Images, Dominio publico
Joe Beyrle luchó contra los nazis en las filas del ejército estadounidense y soviético durante la Segunda Guerra Mundial.

Joseph Beyrle, apodado 'Jumpin' Joe, consiguió escapar del cautiverio alemán en tres ocasiones, así como sobrevivir a un interrogatorio de la Gestapo. También conoció al mariscal Zhukov y se enamoró, como cualquier ruso, del trigo sarraceno.

“Toda esta historia parece una ficción de la Segunda Guerra Mundial, es demasiado”, dice el presentador del canal de YouTube Potential History sobre el destino de Joseph Beyrle, un paracaidista estadounidense que acabó en el Ejército Rojo en 1945. Y tiene razón. No se pueden inventar estas cosas.

No es que esto molestase al único estadounidense que luchó contra los nazis tanto en el frente oriental como en el occidental. Sus hijos recuerdan hoy a Beyrle por su creencia de que los verdaderos héroes son los que no vuelven vivos.

Un desembarco desafortunado

El 6 de julio de 1944, la coalición estadounidense-británica desembarca en Normandía, Francia.

'Jumpin' Joe (que recibió este apodo por sus impecables saltos) trató su heroísmo con una frialdad remota, a pesar de todo lo que le había sucedido. El 6 de junio de 1944, con la apertura del segundo frente en Normandía, Beyrle, de 20 años en ese momento, junto con otros 24 mil soldados, fue desplegado sobre la costa francesa. La “suerte” quiso que la artillería antiaérea del enemigo le hiciera desviarse y aterrizar justo en el tejado de una iglesia de un pueblo controlado por los alemanes.

El pobre tuvo que ir solo, muy lejos de las líneas enemigas. 'Jumpin' Joe ya había tenido que luchar detrás de las líneas enemigas ante. Previamente al desembarco en Normandía tenía la misión de entregar oro a la resistencia francesa. Pero esta vez los alemanes no lo permitieron.

RIA Novosti habló con su hijo, John Beyrle (embajador en Rusia de 2008 a 2012), quien recuerda cómo su padre intentó reencontrarse con otras divisiones estadounidenses, pero no tuvo suerte, ya que al tercer día, mientras se arrastraba entre espesos arbustos, consiguió encontrarse cara a cara con un grupo de alemanes, que lo hicieron prisionero.

El tren equivocado

Beyrle, prisionero de guerra, otoño de 1944. Esta mirada de acero demuestra que el hombre nunca se quebró.

Al igual que otros prisioneros, Joe Beyrle había sido transportado gradualmente hacia el este, a medida que los aliados recuperaban más territorio francés de los alemanes. Sorprendentemente, había logrado escapar del cautiverio tres veces. La primera, en Normandía, cuando el convoy fue alcanzado por fuego americano y consiguió escapar en el caos. Por desgracia, fue recapturado al día siguiente.

Poco después, en el otoño de 1944, logró escapar de nuevo, esta vez de un campo en Polonia. "Papá era muy bueno jugando a los dados y no era fumador", dice John. "Y mientras jugaba en el campo, lo hacía por cigarrillos; no había dinero. Acabó ganando 40 paquetes, lo que le convirtió en un 'millonario de los cigarrillos'".

El registro alemán con los datos de Beyrle como prisionero de guerra.

“Utilizó esto en su beneficio y consiguió sobornar a un guardia alemán”. El guardia le dio la espalda mientras Beyrle y sus amigos escalaban la alambrada. Pero en medio del caos de la huida, el grupo había tomado el tren equivocado: en lugar de dirigirse a Varsovia, donde debían conectar con combatientes de la resistencia, habían acabado en Berlín, ¡justo en manos de la Gestapo!

“Los ángeles no hablan alemán”

Beyrle estuvo a punto de morir torturado. Su trato fue especialmente severo: sus predecesores habían emigrado a Estados Unidos desde Baviera, lo que le convertía de facto en un traidor a los alemanes. Pero los interrogadores no consiguieron doblegarle. Beyrle recordó más tarde cómo, en una ocasión, se despertó y encontró a unos hombres con túnicas blancas de pie junto a él. Según su biógrafo, Thomas Taylor, su primera reacción fue pensar que había muerto e ido al cielo. Pero, por supuesto, como recordaba el propio Beyrle: “Parece que aún no estoy en el paraíso, porque los ángeles no hablan alemán”.

Esta vez, su huida fue el resultado de una lucha interna entre las filas alemanas: la Wehrmacht exigió que la Gestapo lo entregara, en cuyo caso acabaría de nuevo en el campo polaco. Según Taylor, entendieron que la guerra estaba a punto de terminar y que tendrían que responder por la suerte de los prisioneros.

Un ‘tovarisch’ americano

Informe médico soviético de Beyrle en el que se detallan sus heridas.

En enero de 1945, Beyrle volvió a escaparse, esta vez utilizando una caja de basura. Consiguió eludir la persecución utilizando una brújula y dirigiéndose hacia el fragor de la artillería soviética. Con las manos en alto, caminó hacia los rusos, repitiendo la única frase que aparentemente conocía: "Ya Amerikanski tovarisch!" ("Soy un camarada americano"), esperando que no le dispararan en el acto.

Los soldados rojos, según Beyrle, se sorprendieron muchísimo, pero prevaleció el sentido común y se buscó rápidamente un traductor. La sorpresa no hizo más que aumentar, cuando los soviéticos descubrieron que su recién descubierto tovarisch no buscaba transporte de vuelta a casa, sino que quería obstinadamente unirse a sus filas e ir a luchar contra los alemanes en Berlín.

“Le dieron a papá un fusil: el famoso PPSH-41, que, como solía decir, era mucho mejor que el Thompson' americano”, recuerda su hijo. Al parecer, el Tommy solía atascarse, mientras que el PPSH funcionaba sin problemas. “Papá estaba adscrito a un grupo de infantería”, que custodiaba un tanque. El blindado en cuestión, por cierto, era un Sherman de fabricación estadounidense, que los soviéticos obtuvieron gracias al acuerdo de “préstamo-arrendamiento” con los estadounidenses.

El camino a casa

Joseph R. Beyrle, 1994.

Parece que los recuerdos de Beyrle sobre su estancia con los soviéticos son, en su mayoría, muy positivos: sus hijos recordaban lo mucho que le gustaba a Joe el trigo sarraceno (a los rusos les encantan las gachas), o cómo brindaba a la salud de Stalin y Roosevelt con sus amigos rusos tomando vodka. Lamentablemente, no había luchado mucho tiempo, sólo un mes aproximadamente. En ese corto tiempo, su batallón había conseguido liberar un campo de prisioneros, en el que estaba preso Beyrle. Poco después, Joe fue herido en un ataque aéreo. Sus compañeros siguieron marchando hacia Berlín, mientras que el estadounidense tuvo que quedarse en un hospital.

Mientras estaba hospitalizado, recibió la visita nada menos que del mariscal Gueorgui Zhukov (cuya estatua puede verse en la entrada de la Plaza Roja de Moscú). Zhukov ayudó a Beyrle con sus papeles, asegurándose de que llegara a Moscú y a la embajada estadounidense en esa ciudad. Una vez en la capital, Beyrle, para su sorpresa, se enteró de que había sido considerado muerto en combate en Estados Unidos. Esto hizo que lo mantuvieran detenido en la embajada estadounidense durante un par de días, ¡mientras averiguaban si era un espía alemán!

John Beyrle, hijo de Joseph, fue embajador de Estados Unidos en Moscú de 2008 a 2012.

Cuando regresó a casa, el veterano de dos ejércitos llevó una vida ordinaria: trabajó en una empresa, se casó (en la misma iglesia donde habían celebrado su velatorio), formó una familia y contó a sus hijos historias de guerra. Visitaría Moscú cinco veces más. Sólo le quedaban los mejores recuerdos del país y de sus gentes.

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