Sí, los había. La drogadicción era uno de los problemas más agudos de la sociedad soviética. Aunque la propaganda estatal minimizaba su importancia de todas las maneras posibles.
El problema afectó por primera vez a Rusia a gran escala tras la revolución de 1917. El contrabando de drogas, debido a la escasa seguridad en las fronteras, se multiplicó, y las drogas dejaron de ser una mercancía para unos pocos elegidos y los ricos.
“El azote de toda la Rusia soviética es la cocaína”, escribió la princesa Tatiana Kurakina, “(…) aunque Rusia ha quedado reducida a un estado de empobrecimiento total y necesita decididamente de todo... pero hay cocaína, y hay suficiente para todos...”.
En los primeros años, las autoridades soviéticas lucharon duramente contra la drogadicción: la especulación y el tráfico de cocaína y opio podían acarrearte diez años de cárcel o incluso el fusilamiento. Con el tiempo, sin embargo, la legislación en este ámbito se relajó considerablemente, y las penas de prisión se redujeron de uno a cinco años.
En la URSS, la drogadicción se consideraba una reliquia del pasado burgués. La lucha contra ella sólo se emprendía de forma marginal, y toda la atención del aparato estatal se dirigía a la lucha contra el alcoholismo y la ociosidad. El opio, la morfina, las gotas de cocaína e incluso la heroína podían comprarse en cualquier farmacia con receta médica hasta mediados de los años cincuenta.
Los toxicómanos robaban drogas en hospitales y almacenes o las obtenían en farmacias con recetas falsificadas. Algunos se dedicaron a la producción artesanal de opiáceos, obteniendo adormidera en Asia Central y adormidera samoseika en Ucrania.
En 1976 había unos 60.000 drogadictos registrados en el Ministerio del Interior, y en 1980 eran ya 86.000. La situación se vio agravada en gran medida por la guerra de Afganistán, durante la cual entró en el país un flujo constante de heroína afgana.
La lucha contra la drogadicción comenzó a intensificarse a finales de la década de 1970, y durante el periodo de la Perestroika el problema, que antes había sido silenciado, empezó a debatirse en público. Sin embargo, poco después se produjo el colapso del país, y Rusia se vio de nuevo desbordada por la epidemia de drogas.
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