El sargento primero Piotr Stemasov, comandante de la sección de operadores de radio del 289º regimiento de artillería antitanque, no había disparado un cañón en su vida. Aunque conocía la teoría a grandes rasgos y había observado más de una vez el trabajo de los artilleros desde un lateral.
El 25 de octubre de 1941, durante la batalla por Moscú, tuvo que aceptar el reto de un señalero de reciclarse como artillero. Y hacerlo sin ninguna preparación, justo en medio de una dura batalla.
El comandante de la batería envió a Stemasov a una de las posiciones de tiro para averiguar por qué no había comunicación con ella. Sobre el terreno, descubrió que la tripulación del cañón antitanque había muerto y el carro estaba cubierto de tierra.
Sólo sobrevivió un artillero llamado Román Nerónov. Un conductor de tractor (se utilizaban tractores para remolcar los cañones), sólo conocido como Chobotov, también se encontraba cerca.
Como suboficial, Stemasov tomó el mando. Los soldados desenterraron el cañón y comenzaron a prepararlo para la batalla: los tanques alemanes se acercaban a la posición.
Resultó que la mira periscópica del cañón estaba dañada. Mientras Nerónov corría a buscar uno nuevo, Stemasov y Chobotov abrieron fuego contra el enemigo. El comandante tuvo que apuntar el cañón a simple vista.
El primer disparo de prueba se efectuó contra un pajar. El segundo fue ya contra el tanque enemigo: fue un impacto directo. Otro vehículo enemigo recibió el mismo impacto.
Pronto, el artillero llevó un nuevo panorama y la operación se desarrolló como un reloj. Siete tanques alemanes más quedaron calcinados en el campo de batalla.
Cuando el enemigo empezó a flanquear la posición de tiro, los soldados engancharon el cañón a un tractor superviviente y se internaron en el bosque.
Piotr Stemasov recibió el título de Héroe de la Unión Soviética por la iniciativa y el valor demostrados en la batalla. Sobrevivió sano y salvo a la guerra y murió en 2000 a la edad de 83 años.
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