La obra maestra de Mijaíl Lérmontov, titulada Un héroe de nuestro tiempo (1840) es una de las novelas rusas más influyentes e importantes. Está compuesta por cinco secciones diferentes y cada una de ellas gira en torno al personaje de Pechorin, considerado a menudo como el descendiente literario de Evgueni Oneguin y lord Byron. Se trata de uno de los personajes más ambiguos de la literatura mundial. Miente, engaña y manipula para obtener lo que quiere pero después no está seguro de si lo quiere.
Las mujeres suelen ser las víctimas de sus manipulaciones o un premio deseado a medias. Es misógino de manera despreocupada: “Compasión... esa emoción a la que las mujeres ceden tan fácilmente”; “No hay nada más paradójico que la mente femenina” y “Las mujeres sólo aman a los hombres que no conocen”.
Cuando ve por primera vez a la princesa Meri se limita a comentar su apariencia. Obviamente, no se trata de un ilustrado hombre moderno. Pero, ¿cómo ve el lector moderno el comportamiento hacia la princesa Meri? ¿Lo veríamos ahora como un abuso?
La sección conocida como “La princesa Meri” muestra a Pechorin aburrido e inquieto en una ciudad balnearia. Comienza a perseguir a la princesa para divertirse. Una de sus tácticas consiste en la “negación”, es decir, cuando un hombre dice algo despectivo a una mujer para aumentar su necesidad de aprobación. Después de que la princesa Meri interpreta una canción en un encuentro y mientras todos se deshacen en alabanzas, Pechorin dice deliberadamente algo bastante descuidado respecto a su voz. Esto hace que Meri haga “un mohín” y luego se incline con una reverencia “muy burlona”. Pechorin va aún más allá y dice que le gusta su música... porque le ayuda a dormir.
Este episodio se da después de que Pechorin le hubiera dicho a la princesa que en realidad se sentía muy atraído por ella. El hombre trata de desestabilizarla conscientemente. Tal y como dijo la crítica feminista Jacqueline Rose, “el objetivo del acoso... no consiste solo en controlar el cuerpo de las mujeres, sino que también quiere invadir sus mentes... Lleva consigo un precepto más siniestro y patético: ‘Pensarás en mí’”.
Quizá esto no sea tan siniestro. Meri se siente intrigada y atraída por Pechorin. Podría verse como un coqueteo directo. Pero Pechorin va todavía más allá. Después de dedicarse a una serie de juegos psicológicos con ella durante una noche en la que tuvo lugar un baile, se encuentra a solas con Meri y “apliqué mis labios a su mano diminuta”. No se trata de una decisión precipitada. Antes de eso dice: “me di palabra de besar sin falta su mano esta noche”. Es una invasión premeditada del cuerpo de Meri. Observen la sutil sugerencia de la falta de potencia física: “su mano diminuta”.
El comportamiento de Pechorin se vuelve todavía más intenso en su siguiente interacción con Meri. Cabalgan uno junto al otro por las montañas para “contemplar el ocaso”. Separada del resto del grupo, Meri se siente débil al cruzar un arroyo de montaña y vacila sobre la silla. Pechorin le pone el brazo alrededor de la cintura y tranquiliza, “intentó desprenderse de mi brazo, pero yo estreché con más fuerza aún su talle suave y delicado: mi mejilla casi tocaba la suya, que ardía”. Luego la besa y ella tiembla.
Pechorin es inteligente ya que su avance físico no sale de la nada. Aprovecha la oportunidad para ejercer poder sobre Meri y reclamar su cuerpo.
Cuando se publicó la novela en 1840, Pechorin era visto con recelo. El zar Nicolás lo llamó “despreciable”. Sin embargo, una mirada moderna considera abusivos estos momentos. Entonces, ¿cómo afecta esto a la experiencia del lector moderno? ¿De qué sirve leer el diario de un abusador sexual en el que las mujeres tienen tan poca influencia?
Lérmontov presenta gran cantidad de ambigüedades y diferentes capas que hacen que sea una experiencia de lectura rica y compleja. En esta novela no solo leemos los alardes de un hombre que se pavonea. Se supone que no debemos animar a Pechorin a que siga haciendo de las suyas. Lérmontov llama sutilmente nuestra atención sobre las contradicciones inconscientes de Pechorin. Este último сritica a Grushnitski por querer ser el héroe de una novela, pero él mismo es culpable de ello. Ve su vida en términos literarios: “he sido el personaje imprescindible del quinto acto”.
Tal y como escribe el crítico James Wood “es realmente un parodista romántico”. Está atrapado en el ideal romántico de Byron, pero se retrae constantemente. Dice que no le importa lo que la gente piense, pero pasa su tiempo tratando de controlar sus pensamientos. Lérmontov nos invita a observar las contradicciones e inseguridades de este hombre débil y melancólico. Como escribe la filósofa Judith Butler: la representación de la masculinidad es siempre melancólica, porque el intérprete sabe que el papel que desempeña es sólo superficial.
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