‘Atentado contra la vida de Vladímir Lenin, el 30 de agosto de 1918’, obra de Mijaíl Sokolov.
SputnikLa tecnología cambia el mundo, incluyendo el mundo de los asesinos profesionales. El pasado 4 de agosto, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, sobrevivió a un intento de asesinato que involucró a aviones teledirigidos con explosivos.
En el pasado, la mayoría de los líderes rusos también se enfrentaron a intentos de acabar con sus vidas (pero sin drones). Hemos creado esta lista de emperadores rusos y líderes soviéticos cuya vida estuvo amenazada por los terroristas; además los hemos clasificamos de menos a más espeluznantes.
Gorbachov hizo todo lo posible para convertir a la URSS en un Estado más democrático, pero mucha gente lo odiaba. Una de estas personas era Alexánder Shmónov, un ingeniero de Leningrado (San Petersburgo). El 7 de noviembre de 1990, cuando Moscú estaba organizando un desfile militar, Shmónov se coló entre las columnas que marchaban y, cuando llegaron al Mausoleo (donde los líderes soviéticos saludaban a la multitud) disparó a Gorbachov, pero falló.
Mientras Shmónov apuntaba, un agente de seguridad logró golpear el cañón de su pistola y la bala disparó hacia el cielo. Inmediatamente arrestado, Shmónov pasó cuatro años en un manicomio.
Hace un año, uno de nuestros corresponsales localizó a Shmónov, que sigue vivo. Si quieres saber más sobre él, lee la entrevista que le hizo Russia Beyond.
El caso de Brézhnev es muy parecido al de Gorbachov, pero su némesis, Víktor Ilyín, sí consiguió matar a alguien. Ilyín servía en el Ejército soviético en 1969, pero desertó de su unidad, robando dos pistolas. Fingiendo ser un policía que vigilaba la caravana en la que se encontraba Brézhnev, Ilyín atacó el coche en el que creía que viajaba el mandatario soviético, disparando contra este 14 veces.
Sin embargo, Ilyín cometió un gran error. Había disparado a un coche donde viajaban unos astronautas que acababan de volver de una misión orbital, matando al conductor. “Quería que todo el mundo supiera de mis ideas y esto requería realizar un acto audaz”, contó años después el aspirante a asesino a Russia Beyond. Así que fue enviado a un manicomio. Pero a diferencia de Shmónov, Ilyín permaneció allí unos 20 años.
El número exacto de complots contra Stalin no está claro: algunos fueron inventados por la policía secreta para eliminar a sus rivales políticos. Sin embargo, algunos de los intentos de asesinato fueron reales y más numerosos que en los casos de Brézhnev y Gorbachov.
A finales de la década de 1930, el desertor de alto rango Guénrij Liushkov, que huyó a Japón, ayudó a planear el asesinato de Stalin en Sochi, pero el plan fracasó porque los soviéticos tenían un informante en el grupo al que se le asignó la misión. Más tarde, los alemanes planearon asesinar a Stalin, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill durante la Conferencia de Teherán de 1943 (Operación Weitsprung), pero los servicios secretos soviéticos volvieron a hacer su trabajo correctamente.
En 1942, el oficial soviético Saveli Dmítriev disparó su arma contra un coche en la Plaza Roja. “El terrorista pensó que Stalin estaba en el coche, pero, en realidad, lo ocupaba uno de sus ministros, Anastás Mikoián, que escapó, con graves heridas, de puro milagro”, escribió el periódico Rossíyskaya Gazeta. Dmítriev fue capturado y ejecutado. Stalin murió en su cama 11 años después.
El último emperador ruso toma el bronce en esta lista porque el primer intento de asesinato al que se enfrentó fue muy extraño. En 1891, durante una visita a Japón como heredero del trono ruso, Nicolás visitaba la ciudad de Ōtsu, cuando de repente un policía local, Tsuda Sanzo, corrió hacia él con una espada.
“La espada rozó el ala del sombrero de Nicolás y sólo le tocó la frente... uno de los sirvientes del príncipe empujó al asaltante, pero este logró lanzar otro golpe. Sin embargo, también este falló”, escribió el historiador Alexander Meshcheriakov, describiendo el incidente. En unos segundos, los guardias de Nicolás capturaron a Tsuda Sanzo. Las heridas del heredero eran superficiales.
“Tsuda Sanzo tenía graves problemas mentales, como demuestran sus declaraciones”, explica Meshcheriakov. “Exsamurai decidió resolver sus problemas internos atacando a extranjeros”. Condenado a cadena perpetua, murió aquel mismo año en prisión.
Después de la Revolución de Octubre, Rusia quedó envuelta en la violencia, e incluso Vladímir Lenin, el líder bolchevique, no quedó a salvo de esta. El 1 de enero de 1918, los terroristas dispararon contra su coche en Leningrado, dejando agujeros en las puertas y en el parabrisas, pero el revolucionario salió ileso.
Sin embargo, otro intento casi tuvo éxito. El 30 de agosto de 1918, Lenin estaba hablando con una mujer después de una reunión en una fábrica cuando Fanni Kaplán, de 28 años, le disparó tres veces, dejando heridas en el cuello y en el brazo. Miembro del partido socialista-revolucionario, Kaplán testificó que le disparó a Lenin “debido a sus creencias”, afirmando que los bolcheviques habían usurpado la revolución. Fue ejecutada tres días después.
Este desafortunado emperador es, con mucho, el líder en cuanto a intentos de asesinato cometidos contra su persona. Durante su reinado, los revolucionarios eligieron el terror individual como medio de lucha política. No es de extrañar que el emperador fuera su objetivo número uno.
El primer intento de asesinato tuvo lugar en 1866, cuando el emperador estaba paseando cerca del Jardín de Verano de San Petersburgo. El terrorista Dmitri Karakózov le disparó pero falló. El emperador también fue tiroteado en 1867 (en París, por un patriota polaco), y en 1879. Entonces, los terroristas optaron por métodos más extremos y volaron el tren del emperador (1879) y una de sus habitaciones del Palacio de Invierno (1880), pero la suerte ayudaba una y otra vez al emperador a escapar de la parca.
Pero su suerte le abandonó. El 1 de marzo de 1881, los terroristas del movimiento “Voluntad del Pueblo” lo cercaron, lanzando dos bombas en el centro de San Petersburgo. Fatalmente herido, el emperador de 62 años murió en su palacio después de pasar 15 años siendo perseguido por sus enemigos.
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