Cuando la infantería alemana se acercó a las fortificaciones avanzadas, esperaba encontrar montones de cadáveres. En su lugar, encontraron el horror.
Decenas de soldados rusos vestidos con harapos sucios se abrieron paso hacia el enemigo, escupiendo sangre y respirando entrecortadamente. Parecía como si hubieran muerto, sólo para levantarse de nuevo y lanzar su ataque final.
En 1915, el periódico Pskovskaya zhizn publicó el testimonio de uno de los supervivientes:
“No puedo describir la rabia y la furia que se apoderaron de nuestros soldados cuando se abalanzaron sobre sus envenenadores, los alemanes. Ni fusiles, ni ametralladoras ni obuses pudieron detener el ataque de los soldados enloquecidos”.
Osoviets en septiembre de 1915. Foto alemana
Dominio públicoLos restos del 13º escuadrón, unos sesenta hombres, participaron en el ataque. Bajo su presión, el enemigo retrocedió antes de huir. Las reservas rusas enviadas a la zona consiguieron romper las posiciones defensivas.
Durante la batalla murió el subteniente Vladímir Kotlinski, que dirigía el ataque, junto a varios oficiales. Los datos sobre las bajas entre los soldados siguen siendo inciertos.
A pesar del heroísmo de la guarnición, la fortaleza tuvo que ser abandonada y, el 25 de agosto de 1915, los alemanes tomaron Osoviets.
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